La retransmisión de las carreras de bólidos de Fórmula 1, ¿deben estar colocadas dentro del apartado de deportes o de publicidad? Esta retórica pregunta se puede ampliar a otras manifestaciones de fenómenos de masas que bajo el amparo de ser deportivos tienen una consideración que rompe todos los límites de lo mínimamente sostenible. El señor Botín está colocado mundialmente con sus anuncios estratégicos en estos deportes. Y es conocido que los miembros de la familia Botín son medallistas en un deporte mundial: la usura, la acumulación de capitales y el buen trato que reciben de los tribunales de justicia debido a su generosidad con algunos jueces y algunos partidos.

Los deportes son material de uso y consumo televisivo. Lo venimos remarcando constantemente. Las paredes de los frontones son espacios publicitarios. Los cuerpos de los ciclistas se venden por centímetros. El fútbol combina lo estático, con la movilidad y los patrocinadores de cada equipo que, al final, mirando el fútbol internacional son una docena como mucho. Hablando del balompié, en Argentina se ha abierto una investigación judicial para ver si se han cometido delito en más de cuatrocientos traspasos de jugadores, entre ellos varios que están la Liga que lleva el apellido de otro banco hegemónico, con raigambre en Bilbao y Bizkaia. Algo tiene sucede con esas cifras astronómicas que dicen pagan por jugadores de la clase media.

Lo que clama al cielo es las diferentes varas de medir. Los atletas que desfilaron con bandera española en los Juegos Paralímpicos han cosechado el triple de medallas que los otros y han pasado desapercibidos, cuando no ocultos, en un rincón de la programación mientras la primera estatal se dedicaba a mostrar a los sospechosos ciclistas. Las ceremonias inaugural y de cierre han sido brillantes, pero se han metido de tapadillo. Es una vergüenza, cuando estos hombres y mujeres son los que realmente atesoran el espíritu olímpico. La televisión los esconde porque no dan la imagen de triunfadores, famosos y guapos, pero son los más bellos, los de verdad. A los que respetamos infinitamente, con los que nos identificamos en su esfuerzo deportivo.