El triste papel inquisitorial de quien parece aborrecer la libertad de expresión
Barrura begiratzeko leihoak», película que narra las vivencias personales de cinco prisioneros y prisioneras vascas, y que es obra de otros tantos autores, pudo ser vista ayer por las personas que tuvieron la oportunidad de acceder a los pases privados que se ofrecieron en el Victoria Eugenia. Después de haber tenido que renunciar a las ayudas públicas por las presiones sufridas, este trabajo coral ha salido adelante gracias a la aportación de cientos de ciudadanos y, sin duda, ayer fue un día feliz para todas personas que creen en la libertad de expresión y la consideran un derecho inalienable. No parece ser este el caso de Carlos Urquijo, que instó a la Fiscalía a que prohibiera la emisión. Desde que accedió al cargo de delegado del Gobierno español en la CAV, ese parece ser su único cometido: prohibir y censurar. Manifestaciones, fiestas, trabajos culturales... al laudioarra le es indiferente: cualquier expresión libre de la sociedad que rompa su estricto corsé ideológico, le resulta inaceptable. Una labor inquisitorial por el que muchas personas se han hecho famosas a lo largo de la historia. Ese es su triste papel, y lo más triste es que le guste tanto desempeñarlo.