Maite SOROA | msoroa@gara.net
¡Qué forma de hacer el ridículo!
La película filmada por cinco directoras y directores vascos sobre otros tantos presos y presas fue estrenada -con gran éxito, por cierto- el lunes en dos pases privados en el teatro Victoria Eugenia, tal como estaba previsto. Pero, al parecer, en «El Mundo» no entendieron bien cuándo se iba a reproducir la cinta, y el delegado del Gobierno español, Carlos Urquijo, que seguramente se informa a través del diario de Pedro J., tampoco. Y claro, después de publicar que el estreno iba a ser el martes, y llevar a equívoco a sus lectoras y lectores, entre ellos el señor delegado, en vez de admitir su error, ayer decidieron hacer el ridículo y publicar una «información» surrealista. Porque es surrealista decir que «la productora de la película «Ventanas al interior», en la que se narra la historia de cinco presos de ETA, burló ayer los intentos de la Delegación del Gobierno para impedir su estreno, previsto inicialmente para hoy, al adelantar su exhibición a la tarde de ayer». No oiga, no. Nadie ha «burlado» nada, lo que pasa que alguna o alguno metió la pata hasta el zancarrón y no quiere admitir su error. Porque resulta que luego admite que «al pase de la cinta acudieron cientos de personas», y no se pregunta cómo es posible que todas se ellas se enteraran del supuesto cambio de día. ¿Se trató de una maniobra orquestada para dejar en mal lugar a «El Mundo»? Con lo que les gustan por ahí las teorías conspirativas, igual hasta se lo creen.
Y claro, como Urquijo, tan a gusto en su papel de censor mayor del imperio, se dejó liar por el diario de la derechona, en la misma información -es una forma de llamarlo- anunciaban que «remitirá un nuevo escrito al Fiscal de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, para comunicarle el adelanto de los dos pases del estreno con la intención de burlar una posible suspensión por vulnerar la ley de protección a las víctimas». Algo que, por cierto, el político de Laudio hizo ayer sin demora. Es decir, que Urquijo no solo pretende prohibir la emisión de un film cuyo contenido ni siquiera ha visto, como en los mejores tiempos de la Inquisición, sino que además da por bueno el error de un periódico para atribuir a los promotores del filme algo que no han hecho. Ese es el nivel, más propio de una película de Buñuel.