Crónica | encuentro en Brasil
Mirada al Teatro Iberoamericano desde la ciudad de Santos
El pasado día 5 comenzó la segunda edición de Mirada en la ciudad brasileña de Santos, con México como país invitado, una concentración de los mejores espectáculos de la última producción latinoamericana, una selección del exuberante teatro brasileño y tres trabajos llegados de la península Ibérica.
Carlos GIL | Crítico teatral
Santos vive fútbol y tiene el puerto de mayor tráfico de toda América del sur y acoge el Festival Iberoamericano de Teatro, Mirada, que organiza el SESC, la institución que agrupa a empresarios de comercio de bienes, servicios y turismo y que tiene un amplio programa social y cultural de una gran relevancia y está involucrada positivamente en el auge del teatro brasileño.
Programadores de los festivales más importantes de toda Latinoamérica, actividades concurrentes en la sección formativa, donde quedamos prendados por la capacidad de los agentes creativos y administrativos del teatro mexicano, o con la siempre excitante vitalidad de la escena brasileña actual. La programación de su primera semana nos despertó del letargo consuetudinario de las programaciones de nuestros teatros en Euskal Herria.
Para celebrar los treinta años del Grupo Galpâo, el festival se inauguró con «Eclipse», un trabajo muy especial dirigido por el maestro ruso Jurij Alschitz y que realiza una dramaturgia sobre la vida y parte de la obra de Chéjov. Trabajo de filigrana, quizás algo distante y cerebral, pero para recordarnos la importancia de este grupo con sede en Belo Horizonte repusieron uno de sus éxitos internacionales y que le confirieron importancia superlativa, una versión de calle de «Romeo y Julieta», verdaderamente deliciosa, que contiene todo lo que debe ser un teatro popular de plaza, por sus elementos visuales, su interpretación, sus juegos musicales y su colorido. Una auténtica gozada celebrada por un público heterogéneo.
Otro clásico del teatro brasileño es el Grupo Macunaíma, dirigido por el gran creador Antunes Filho, del que vimos «Lamartine Babo», una suerte de musical sobre uno de los compositores más importantes de la música popular brasileña. Un trabajo muy engrasado.
Completó nuestro cartel brasileño Amok Teatro, que ofreció una de las obras de su trilogía sobre la guerra, «Historias de familia» de la dramaturga serbia Biljma Srbljanovic, una patética historia, llena de violencia, desesperación y deshumanización de los personajes durante la guerra de los Balcanes. Impresionante.
Desde México
De México hemos podido ver una versión de la exitosa «Incendios» del autor libano-canadiense Wadji Mouawad a cargo de la compañía Tapioca Inn, con dirección de Hugo Arrevillaga Serrano y un reparto muy bien seleccionado, para contarnos esa historia triste, también violenta, con situaciones realmente trágicas en su consideración clásica. En un montaje muy eficaz, muy próximo al espectador, con logros evidentes, que sobrecoge. Teatro del Farfullero también parte de un texto canadiense de Carole Fréchette, «La pequeña habitación al final de la escalera», con dirección de Mauricio García Lozano, con un excelente reparto, una puesta en escena magnífica. Nos dejó fríos, debido a la propia fábula contada, a su estructura dramática, y que el asunto tratado se nos queda muy reducido a un proceso individual de tormentos neuróticos. Calidad, pero sin interés.
Vimos a la Compañía Nacional de Costa Rica con una muy poco solvente puesta en escena de «Madre Coraje», de Bertold Brecht, en donde la dirección se perdía, el reparto no llegaba a los mínimos exigibles y todo quedaba como la muestra de una excelente voluntad que no cumplía los objetivos dentro de un contexto internacional. Seguimos, queda mucho por descubrir.