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Crónica | protestas en la enseñanza

La ikastola de Tafalla saca los pupitres a la plaza y sienta a UPN a negociar

La ikastola de Tafalla había emprendido una campaña de protestas contra el hacinamiento en sus aulas. La más vistosa fue ayer, cuando dieron clase en la plaza del pueblo. No sólo tuvo impacto, sino que parece que funcionó. Anoche se anunció la vuelta a las aulas tras un acuerdo.

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Aritz INTXUSTA

El inicio del curso escolar no está siendo fácil para nadie en Nafarroa. Los niños sufren la educación empobrecida por los recortes, los profesores son cada vez menos y el consejero de Educación, José Iribas, se ha topado con las protestas en su propio pueblo. Iribas negó reiteradamente en junio pasado que se fueran a meter más alumnos por aula. Sin embargo, era una mentira con poco recorrido y ha durado lo mismo que las vacaciones de verano. Al final, el consejero se encontró de bruces con la verdad en plena calle.

En la clase de 3º de la ESO de la ikastola Garcés de los Fayos, hay 38 alumnos cuando el máximo antes de que comenzaran los tijeretazos 30. Y tiene otra aula con 33 estudiantes. En consecuencia, la ikastola decidió no arrancar el curso hasta buscar un arreglo, porque consideraba que el salto atrás era «de 50 años», a la época en que los maestros se enfrentaban a entre 35 y 40 alumnos a base de «severos castigos para imponer orden».

Ayer por la mañana, alumnos, padres y profesores dispusieron unas hileras de pupitres a lo largo de la plaza del Ayuntamiento y empezaron con su simbólica protesta. Al sentarse los alumnos, el irakasle Ángel Iriso comenzó a dar indicaciones y, cada uno de ellos, levantó un folio con el número que le correspondía. Los de 3º de la ESO llegaron a levantar un folio con el 38 y, los de primer curso, hasta el número 33. Además, dirigidos por el profesor, cantaron «Zenbat gera», con alguna modificación para que se ajustara a sus reivindicaciones.

En definitiva, más que una clase al uso, fue una lección a los alumnos sobre cómo defender los derechos. El final de la canción alterada venía a decir: «¿Qué hemos hecho? Estudiar. ¿Qué estamos haciendo? Protestar. ¿Qué vamos a hacer? Callar. Eso no». Y parece que algo de verdad había en esa lección.

«Solicitamos una reunión urgente al consejero de Educación y vecino de nuestro pueblo, José Iribas, y una solución inmediata para que nuestros hijos puedan incorporarse a clase con normalidad lo antes posible», reivindicó la dirección del centro.

Único sitio donde estudiar

Horas después, estos responsables lograron reunirse con el Departamento de Educación para negociar una salida. El problema, en realidad, tiene fácil solución. El Departamento de Educación debe conceder al centro dos «desdobles», es decir, permitir que se puedan hacer dos grupos de 19 en la clase de tercero y dividir en 16 y 17 la clase de primero. Además, el problema llevaba visos de acrecentarse, porque existía la posibilidad de que llegasen nuevos alumnos fruto de matriculaciones tardías (nuevos vecinos, traslados, etc). Por el momento, el comunicado que envió la ikastola anoche simplemente anunciaba a los padres que pueden llevar a sus hijos a clase con normalidad y que se había logrado «reconducir la situación». Pronto se sabrá si hay desdoble o se ha encontrado algún término medio.

Probablemente, el consejero haya sido víctima también de la falta de miras de su propio partido con respecto a la educación en euskara. La ikastola de Tafalla es el único lugar de la Merindad de Erriberri donde se enseña en euskara, ya que la ciudad se encuentra fuera de los cotos que ha puesto UPN a este idioma. Al vivir en zona «no vascófona», los padres no tienen posibilidad de trasladar a sus hijos a otros centros, pues todos los que siguen el modelo D se encuentran a decenas de kilómetros (la distancia entre Tafalla y la capital es de 36 km). Este centro, por tanto, se ha convertido en referencial y en las últimas campañas ha tenido más matriculaciones que los otros dos centros de Tafalla: el público y el concertado.

Hasta ahora, la ikastola no había conseguido hablar directamente con el consejero, que fue alcalde entre 1987 y 1991. A lo sumo, los padres de los alumnos llegaban hasta el segundo en la estructura. Pero la dureza de Iribas ya no es la misma y es incapaz de abrir más frentes, porque acusa también el desgaste de su defensa a ultranza de los dos centros de educación diferenciada. El consejero ha hecho un firme alegato en favor de la separación de niños y niñas, porque entiende que lo contrario sería cercenar los derechos de los padres. Este apoyo no se queda en las palabras, sino que se sustancia en más de nueve millones de euros anuales para Miravalles e Irabia. Al final, es difícil primar el derecho a una educación diferenciada sobre el derecho a estudiar en euskara sin estar hacinado.

 

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