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CRíTICA: «Step Up Revolution»

Bailad, bailad, malditos horteras de la gorra «medio lao»

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De todas las modas juveniles o generacionales asociadas a las distintas tribus urbanas la que más echa para atrás es la del street dance. Se diferencian de cualquier otro grupo de chicos y chicas en que no tienen locales o bares donde reunirse, porque prefieren exhibir sus dotes para el baile acrobático en plena calle, con lo que resultan bastante incordiantes. Por lo general, su aspecto distintivo suele ser tan hortera como la música que escuchan, y si ya son de los sucursalistas que se identifican con la saga «Step Up» es mejor pasar a su lado lo más deprisa posible.

Cuentan que en los EE.UU. esta franquicia musical ha hecho mucho dinero en taquilla, lo que ha permitido el incremento presupuestario de cada nueva entrega hasta llegar a la cuarta, la más cara de todas, y que ha costado unos 33 millones de dólares. En «Step Up Revolution» se nota, no lo voy a negar, el mayor despliegue de medios, con números de baile más espectaculares y multitudinarios. Los productores tratan así de provocar el efecto llamada de los concursos televisivos de academias de baile y similares, a la vez que reflejan la presencia creciente de bailarines novatos que cuelgan sus videos en YouTube a la búsqueda de la fama. Aunqe los que aquí se ven de amateurs no tienen nada, de acuerdo con el artificio que preside toda la película.

Ya desde el mismo título la utilización del termino «revolución» resulta muy gratuita y por demás pretenciosa. Se pretende dar categoría artística, e incluso de manifestación política a la práctica frivolamente reivindicativa del flash mob. La ficción presenta a un colectivo de Miami denominado La Peña, que se dedican a organizar este tipo de performances en plena vía pública (paralizan el tráfico en Ocean Drive), bajo una apariencia espontánea e improvisada, cuando en realidad se trata de coreografías preparadísimas. Y, como no puede faltar en un producto tan convencional a la postre el romance a lo «Dirty Dance», la niña rica pero enrollada del cuento, les animará a protestar contra los planes urbanísticos de su padre, un poderoso empresario hostelero dispuesto a adueñarse del barrio.

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