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A plazos e hipotecado

 

Iñaki LEKUONA Periodista

A poco más de un mes de que se dirima quién sustituirá al anodino Patxi López como inquilino de Ajuria Enea, las maquinarias electorales empiezan a acelerar su actividad. Y entre todos los candidatos destaca Iñigo Urkullu, no tanto por sus cualidades, que alguna tendrá para haber llegado hasta ahí, sino por el peso histórico del partido al que representa.

Aunque en esta ocasión, ese peso quizá se convierta en lastre. Porque tras darle la patada a Ibarretxe, el partido de Ortuzar, que había vuelto al redil del autonomismo, se ve ahora agobiado por un impulso soberanista que rebasa la masa social de la izquierda independentista y que llega al corazón de muchos de aquellos que hace años gritaban en las campas de Salburua aquello del «Goodbye Spain».

De ahí que Urkullu esté aturdido. De ahí que sus discursos hablen más del pasado que del futuro y carguen contra una presunta «amnesia selectiva» de la izquierda abertzale. Parece olvidar el de Alonsotegi que la izquierda abertzale reclama desde hace años verdad para todos los hechos y reconocimiento para todos los sufrimientos, y que en ningún caso ha ocultado su responsabilidad en los mismos.

Lo que le sucede al «candidato del acuerdo» es que, por vez primera, su autonomismo del siglo XX puede hundirle. Más aún cuando, para colmo, el independentismo catalán envida más y hasta Mas. Y encima, todavía cree que puede vendernos la «construcción nacional a plazo fijo». Olvida Urkullu que ya se ha destapado el fraude de las preferentes que vencen en el año 9999. Este país no quiere plazos, sino pasos. Otro PNV quizá sí, pero este no tiene visos de darlos: parece hipotecado al banco de Madrid.

 

 
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