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La OTAN mata civiles mientras se desangra

Cuatro soldados de la misión de la OTAN en Afganistán (ISAF) murieron en la noche del sábado a causa de un ataque protagonizado presuntamente por miembros de la Policía afgana. Una agresión «desde dentro», según definió ayer la propia organización militar, que se suma a otras similares ocurridas en los últimos meses y que han causado en lo que va de año más de medio centenar de víctimas. Cada vez es más evidente la infiltración insurgente en las filas afganas, mal formadas, desmoralizadas y sabedoras de que cuando las potencias occidentales abandonen su país el escenario va a ser para ellos extremadamente complicado.

Pero no solo el llamado «fuego amigo» está desangrando a las tropas atlánticas, ya que la presión de los grupos armados contrarios a su ocupación, con los talibán en primer término, sigue causándole importantes pérdidas, humanas y materiales. La propia OTAN reconoció ayer haber perdido seis cazas a causa del ataque sufrido el viernes en una base aérea de la provincia de Helmand, que también destruyó hangares y depósitos de combustible, además de causar la muerte a otros dos soldados. Un golpe de entidad que afianza la idea de que los «aliados», once años después de la invasión, no solo no han alcanzado sus objetivos, sino que ni siquiera se han acercado, en una guerra de la que ahora tratan de huir de la forma menos humillante posible.

Acabarán marchándose, pero lo harán dejando atrás un país en ruinas y un rastro de sangre que les acompañará en su retirada. Porque en su impotencia, los soldados occidentales siguen acribillando civiles, y en esta larga década se cuentan por miles los muertos que han causado. Ayer, ocho mujeres perdieron la vida y otras cinco resultaron heridas en un bombardeo, mientras se dirigían a un valle a recoger cacahuetes para sus familias. Ese es el saldo de una invasión que lanzó el anterior presidente de Estados Unidos, George W. Bush, y que no han sabido acabar ni su sucesor ni el resto de los mandatarios que le acompañaron. Es el drama de un pueblo maltratado por ambas partes y que ansía, y merece, poder construir su futuro en paz.

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