La caverna no descuida su cruzada contra el independentismo y sigue ofreciendo muestras de enfado en ocasiones cercanas al esperpento.

Alfonso Ussía se mostraba ayer, en «La Razón», mosqueado por «Lo de `Cataluña y España'», y confesaba que le está «tocando las narices». Pues imagínense a todas y todos a quienes llaman «españolas» y «españoles» solo porque a Ussía y otra gente como él les sale de las narices, y por que cuentan con el apoyo de un ejército, claro. Se quejaba de los informativos en los que, asegura, «han crecido como enanos los trituradores del lenguaje». Una no sabe muy bien qué quiere decir, pues las enanas y los enanos lo son precisamente porque no crecen mucho. Él sabrá, o eso se le supone a alguien que se permite llamar analfabetos a otros y otras: «O por analfabetos, o por cursis o por obediencia y seguimiento de consignas nubladas. Estos días se han referido muy habitualmente a la incomprensión entre `España y Cataluña', equiparando a España con Cataluña en la pretensión de nación de la segunda. Cataluña es España, y si existen diferencias -lo que es evidente-, la incomprensión se establece entre `Cataluña y el resto de España'». Podía haber añadido que esa incomprensión surge de la falta de respeto del «resto de España» a «Cataluña».

Menos mal que con la reforma educativa del PP tal vez se pueda corregir esa incomprensión, como espera Isabel San Sebastián, a la cual le parecía, en su columna de «Abc», «evidente que va en la buena dirección», aunque se queda corta: «habría podido ir más lejos si este Gobierno mostrara tener un poco más de coraje a la hora de tomar decisiones». Y se consolaba porque «recuperar para el Estado competencias en la fijación de contenidos, así como len la evaluación de conocimientos, en detrimentos de las autonomías, es un paso importante que ya intentó dar en su día Esperanza Aguirre, siendo ministra de Educación, y que le costó el puesto, porque José María Aznar prefirió dar satisfacción a Jordi Pujol a fin de salvar su pacto con CiU. De esos polvos vienen en gran medida estos lodos independentistas que cubren de barro antiespañol Cataluña y el País Vasco. Lo que corrobora la certeza de que si queremos salvar a España del naufragio, hay que empezar por las escuelas». A esta le supieron a poco 40 años de Formación del Espíritu Nacional. Pero no se da cuenta de que no fueron suficientes para acabar con el independentismo, tanto catalán como vasco.