Tasio Erkizia y Mikel Etxaburu Militantes de la izquierda abertzale
El punto de inflexión
La convocatoria de huelga general realizada por gran número de sindicatos y agentes sociales para mañana suscita esta reflexión, que sitúa esta jornada como un punto de inflexión a partir del cual llegar a desarrollar nuevas dinámicas. Abogan sus autores por trabajar en los pueblos y barrios «unidos para parar los pies a los políticos que intentan saciar la avaricia de la banca, de las multinacionales y de los especuladores saqueando nuestros empobrecidos bolsillos». La apuesta que plantean como conclusión es la creación de un movimiento popular unitario «para poder ir transformando progresivamente la sociedad».
El 26 de setiembre tenemos que convertirlo en una fecha referencial en la lucha por las conquistas socio-económicas, y por ende políticas, en la historia de Euskal Herria. Todo un símbolo en el camino de la lucha y la rebeldía, referencia obligada para las nuevas generaciones. Una fecha que suponga la culminación puntual del recorrido anterior y al mismo tiempo un impulso para nuevas conquistas. No entendido como un único día de lucha, sino con un antes y un después.
Somos conscientes de que en el momento político actual, la historia de liberación tanto nacional como social se construye de manera progresiva y no por la revolución radical de un momento determinado y, en consecuencia, este proceso exige claridad y persistencia, tanto en los objetivos finales como en el camino a seguir. Por ahora, no existen puntos de inflexión definitivos, existen puntos de inflexión relativos que alimentan renovados impulsos para nuevos pasos. La transformación social y política que reclamamos no será producto de un proceso lineal sino con momentos que suponen puntos-clímax que nos posibilitan ir in crescendo alcanzando nuevas conquistas.
Cualquier huelga general, como medida extrema que supone para los trabajadores y los sectores populares, tiene una gran transcendencia. No es una medida normal de protesta, sino el instrumento más determinante para que la voz de las personas oprimidas se haga escuchar de manera eficaz ante las distintas instancias del poder. Y en la situación sociopolítica actual, esta iniciativa tiene un significado especial, una importancia sobreañadida. No la podemos entender como una más que pase sin pena ni gloria. Debemos convertirla en una fecha clave en nuestro proceso de reconquistar los derechos sociopolíticos que nos están arrebatando de manera desvengonzada y en la construcción de una alternativa de modelo social y político para y en Euskal Herria.
Hace unas semanas, el coordinador general de Izquierda Unida, Cayo Lara, en la entrevista que publicó este mismo diario, hablaba de que una huelga general solamente se podía entender cuando se planteaba con unos objetivos finales claros. Y a continuación mostraba su opinión contraria a la huelga convocada por la mayoría sindical vasca, dando a entender que la misma no recogía dichos objetivos. Estando de acuerdo con su percepción del alcance que debe tener una huelga general, disentimos profundamente de la opinión de que la gran movilización que se plantea para el 26 de setiembre no tenga objetivos claros de trasnformación socio-política.
La huelga general del día 26 tiene objetivos claros, de gran alcance transformador, con dimensión de cambio profundo y alternativo. Es una movilización que se plantea parar los pies a los inhumanos recortes sociales y económicos que nos quiere imponer el PP, con la inestimable ayuda del PSOE, a los sectores sociales más desfavorecidos. Parar los pies al neoliberalismo salvaje y construir entre todas y todos un nuevo modelo socioeconómico propio para Euskal Herria. No es por lo tanto una protesta puntual, sino un punto y seguido en la larga lucha que llevan los sectores populares vascos.
Nos encontramos, pues, ante una movilización que exige un gran trabajo social anterior a la fecha indicada y que no termina ese día. Una huelga general que comienza mucho antes y continúa tras dicha fecha. Movilización que debe recoger todo el camino andado y crear un nuevo impulso para continuar con más brío e ilusión la rebelión social y política. Se trata de convertir la indignación generalizada que vive la gran mayoría de la población vasca en rebelión colectiva. Para que de manera progresiva esa rebelión social vaya tomando forma de alternativa política posible y viable. El enfado que vive la sociedad debe adquirir forma de rebelión colectiva con rechazo radical a la política de recortes y capacidad de construir una alternativa que ilusione e implique a toda la sociedad vasca.
Evidentemente, esa caracterización de la gran movilización del 26 de setiempre implica modificar el esquema de trabajo seguido hasta ahora. Cambiar o al menos implementar con nuevas medidas que consigan implicar a toda la sociedad. En ese sentido, el hecho de que la huelga no sea convocada exclusivamente por los sindicatos, sino conjuntamente con numerosos movimientos sociales, no es una anécdota puntual sino la expresión del carácter general y amplio que se le quiere dar. No es una huelga centrada en el sector productivo exclusivamente, sino que abarca al conjunto de los sectores populares, porque los recortes nos afectan a todos y a todas. Es una lucha en toda regla entre los privilegiados y el resto de la población. Y en consecuencia, en la respuesta debemos implicarnos todos los sectores populares sin excepción.
Por desgracia, la convocatoria del día 26 no es unitaria en cuanto a la forma. No es una llamada con acuerdo de todos los sindicatos, pero es amplia y sobre todo responde a una necesidad común y grave. Más allá de las diferencias sindicales, nos apremia una necesidad común: hay que salir a la calle, hay que encauzar la indignación tan generalizada que siente la ciudadanía. La unidad que no se ha gestado en las cúpulas sindicales, debido en gran medida a que hay sindicatos que viven de la subvención de los poderes públicos y ello les lleva constantemente a pactos vergonzantes, tiene que ser una realidad en la calle. En los barrios y pueblos hemos de unirnos para parar los pies a los políticos que intentan saciar la avaricia de la banca, de las multinacionales y de los especuladores saqueando nuestros ya empobrecidos bolsillos.
La respuesta debe ser unitaria porque nos une la rebelión ante el expolio al que nos están sometiendo, y nos une reivindicaciones tan básicas como la de exigir: sueldo básico para todas las personas desempleadas, como medida inmediata en el reparto de la riqueza; la creación de un banco público; no a los recortes en sanidad, educación y servicios sociales; ningún desahucio de primera vivienda; una política activa para crear nuevos puestos de trabajo y proceder al reparto del trabajo actual, etc. La unidad de todas y todos los trabajadores y los sectores populares es la condición fundamental para el cambio de rumbo de esta sociedad que nos lleva a la ruina a la gran mayoría, para que unos pocos sean cada vez más ricos. La unidad no es un eslogan, es una necesidad apremiante. Hay que obligar al PP a rectificar y para ello es imprescindible crear un movimiento popular unitario. Desde la base podemos gestar la unidad para poder ir transformando progresivamente la sociedad.
La huelga de mañana no es un punto final, sino un punto y seguido. Es imprescindible alargar el día 26 con nuevas convocatorias realizadas con imaginación. Es urgente ofrecer a todo el pueblo cauces para saciar su profunda indignación. Cauces que garanticen una rebelión popular creciente que ayude a que el pueblo crea en la eficacia de la lucha colectiva. Regenerar en las masas la conciencia de que aceptar los recortes actuales supone aceptar la ruina de nuestro futuro y, sobre todo, de que es posible una sociedad alternativa en Euskal Herria.