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¡Otra ronda para Kusturica!

«Siete días en La Habana»

Koldo LANDALUZE

En la propia estructura de los filmes por episodios radica su atractivo y, por supuesto, sus mayores peligros porque su propia estructura limita una historia a una duración en la que hay que saber medir muy bien cada secuencia. “Siete días en La Habana” no es ajena a lo enunciado con anterioridad y, por ese motivo, su irregularidad nace de la propia inconsistencia de su excusa dramática: siete días enmarcados en los paisajes habaneros.

Para llevar a cabo este viaje que pretende alejarse de los tópicos turísticos, se han contratado los servicios de un variado plantel de creadores que, desde su propia óptica particular, han elaborado un puzle de sensaciones y tonos que en momentos lograrán la unanimidad del respetable. Benicio del Toro es el encargado de iniciar este paseo siguiendo la ruta nocturna de un joven yanqui que tropieza con lo «inesperado» al doblar una media noche dictada por el ron . Pablo Trapero toma el testigo y nos brinda el mejor episodio: la singladura etílico-festivalera protagonizada por el cineasta serbio Emir Kusturica. Divertido y vitriólicamente sensible, topamos al autor de “Gato negro, gato blanco” eludiendo el protocolo del festival de cine que se celebra en La Habana para optar por la fuga alevosa y nocturna.

El resto se queda a mitad de camino de sus propias intenciones: Medem se sumerge en los arquetipos de esos culebrones que tanto gustan a los cubanos; Elia Suleiman se transforma en Jacques Tati y Laurent Cantet cierra el recorrido con un canto alegre, caústico y costumbrista.

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