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CRíTICA: «Mátalos suavemente»

Estados Unidos de América no es un país, es un negocio

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Mikel INSAUSTI

Como Andrew Dominik se prodiga poco, cuando estrena una película merece la pena prestarle la debida atención. A propósito de su anterior largometraje «El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford» se dijo que el neozelandés es un cineasta contemplativo, y no deja de serlo tampoco en «Mátalos suavemente», auque su nueva propuesta está cargada de diálogos. Demuestra que la palabra también puede ser objeto de contemplación, cuando está dicha de la manera tan gestual y expresiva que emplean los grandísimos integrantes de un reparto coral con sello italoamericano, como no podía ser de otra forma en una de gángsters.

Dominik adapta la novela hard boiled «Cogan's Trade» de George V. Higgins, en lo que se entiende por una versión de estilo. Hoy en día no se puede hablar de renovadores del cine de género, por lo que es mejor pensar en el neozelandés como en un creador muy personal que, al aterrizar en Hollywood, intenta hacer suyas esas producciones que vienen de fábrica con la etiqueta puesta. Dando por sabido que es imposible escapar al encasillamiento, si alguien hace cine negro con diálogos filosóficos inmediatamente van a decir que imita a Tarantino o a los Coen, así que Dominik ya se encarga de desmarcarse escenificando las largas conversaciones a su manera: las enmarca en el contexto político de los actuales Estados Unidos, con los delincuentes charlando de sus cosas mientras en la televisión suenan discursos de Bush o de Obama. Pudiera parecer al principio que la cosa no va con ellos, pero de alguna u otra forma ese mensaje sobre la recesión económica acaba afectándoles, porque el sector del crimen organizado también está en crisis. El asesino a sueldo encarnado por Brad Pitt, en su mejor interpretación hasta la fecha, sufre directamente las consecuencias cuando le informan de los recortes en el precio por cada ejecución. Las cuentas no le salen, y acaba estallando en un bar, delante de Richard Jenkins, que es quien hace de enlace con los capos. Le aclara entoncés que los presidentes mienten cuando hablan de Estados Unidos como una comunidad, porque allí cada uno mira por su dinero.

 

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