No me voy a andar con rodeos a la hora de compartir la gran decepción que me ha causado el segundo largometraje de Jota Bayona, en la medida en que también incluyo en el balance negativo a su fiel guionista Sergio G. Sánchez. No tengo nada en contra de que la pareja busque su sitio en el cine industrial, pero esta película la podía haber hecho cualquier otro equipo con menos talento. Me parece un total desperdicio de creatividad, porque el género de catástrofes es el que menos espacio deja a la inventiva cinematográfica.

Visto lo visto en «The Impossible», resulta que lo suyo es manipular las emociones del gran público, y no dudo que el afán puesto en dicho objetivo les dará un buen rendimiento en taquilla. El camino de la lágrima fácil es de rápido acceso, sin que hagan falta muchos recursos para transitarlo. La combinación entre espectaculares secuencias digitalizadas y primeros planos sensibleros nunca falla. Prefiero quedarme con lo que hay de superficial en la fórmula, con tal de no tener que reflexionar mucho sobre el contenido.

A nivel conceptual, «The Impossible» es un canto a la heroicidad familiar, a la supervivencia de los fuertes lazos paternofiliales cuando la unidad del grupo es puesta a prueba. El turista occidental que viaja con los suyos no le teme a los riesgos en países lejanos y exóticos, superando las dificultades de los conflictos o cataclismos naturales que en esos destinos puedan surgir. Y siempre está la aseguradora, publicidad incluida, para echar una mano si es preciso.