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El sueño de la razón produce monstruos

El pintor Francisco de Goya ya advertía de que cuando los gobernantes no escuchan el grito de la razón, se convierten en monstruos. Eso mismo está ocurriendo con el Gobierno del PP en diferentes frentes. En lo económico, en la esfera internacional, en relación a Catalunya y Euskal Herria o en el tratamiento de la contestación social. Con una economía que sigue contrayéndose, en severa depresión y con un paro récord, sigue obcecado, contra toda evidencia, en aplicar el dogma económico de la austeridad que ha demostrado su capacidad de asfixiar el crecimiento y de hacer empeorar la enfermedad que supuestamente pretende sanar. Por esa vía, se afana en atormentar a una gente que tiene todos los argumentos racionales y sensatos para tomar las calles. Obsesionado con no pasar a la historia como el «presidente rescatado», demora el inexorable rescate global que todo el mundo da ya por hecho. Obvia que el número de escaños no lo es todo a la hora de gobernar y, tras haber prometido una cosa y haber hecho justo la contraria, se empeña en gobernar contra múltiples respuestas sociales que transcienden lo meramente sindical. Gobernar contra tantos, teniendo la razón contra uno mismo, es ir directo al abismo.

La histórica multitud de catalanes que ocupó Barcelona el Onze de Setembre certificó de manera contundente y rotunda un antes y un después, anunció que el final de este Estado español diseñado en la fallida transición de 1975 que vivimos y padecemos es una cuestión de tiempo. Como lo es también el final de la política penitenciaria que anticipa el fallo de Estraburgo contra la llamada doctrina Parot, la intervención por la Troika de la economía (y la política) española y tantas otras cuestiones. Vender humo y sacar a pasear la guadaña de la ley para comprar tiempo no hará detener lo inevitable.

Lo razonable y prudente cuando no se puede ganar una batalla con tantos frentes abiertos sería abordar una negociación honorable. Pero no lo harán. Hoy se lucha contra un monstruo y se mira a un abismo, el Estado español y su Gobierno. La independencia es ahora una garantía de no convertirse a su vez en monstruo y de evitar que el abismo también mire dentro del país.

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