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60 DONOSTIA ZINEMALDIA

«No hay que esperar a Robin Hood», advierte Costa Gavras sobre la crisis

Tenía que llegar un veterano combativo como Costa Gavras para, a sus 79 años, poner el dedo en la llaga sobre un tema tan sangrante como la burbuja financiera. En estos tiempos de rescates de países y robos a gran escala, presentó a concurso en la Sección Oficial «Le capital», un irónico título que no ha encontrado distribución en el Estado francés.

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Amaia EREÑAGA |

Con las salas llenas a rebosar -tuvimos que subir hasta el tercer piso del teatro Victoria Eugenia, porque no cabía un alfiler en el primero de los pases de «Le Capital»-, Zinemaldia reiniciaba ayer su actividad después del parón sufrido por la huelga general convocada por los sindicatos vascos. Y lo hacía precisamente, en el apartado a concurso, con una denuncia irónica y sin miramientos al capitalismo moderno y, más en concreto, al juego que se han traído los bancos con nuestro dinero. Porque de un juego se trata, como concluía la película, aunque con las consecuencias nefastas que todos conocemos. Por cierto, hubo aplausos en la sala cuando uno de los personajes dijo gráficamente que los bancos «joden de manera triple al ciudadano»: engañándole en la Bolsa, abusando de él como cliente en las sucursales y al presionar a los Gobiernos para que paguen sus deudas con dinero público.

Konstantinos Costa Gavras, el autor de títulos significativos del cine político de las últimas décadas como «Z» o «Missing», ha adaptado una ácida novela de Stéphane Osmont que no puede estar más de actualidad: la ascensión a la presidencia al mayor banco francés del protagonista Marc Tourneuil, un sicario del dinero que brega con las luchas internas y una OPA de una financiera americana. A Tourneuil solo le «pone» una cosa, el dinero. Interpretado por el conocido cómico francés Gad Elmaleh -pareja, por cierto, de la hija de Carolina de Mónaco- el protagonista tiene también sus contradicciones e incluso, a veces, su buen fondo. «Es un banquero legítimo que hace cosas que, según la ley, son legítimas y que piensa que hace su trabajo normal. Eso es lo más grave», explicó el cineasta.

Si fueran mafiosos, hasta se les «perdonaría» más su obsesión por hacer dinero, caiga quien caiga. «Hay una clase de de gente que no produce cosas, sino que hace dinero con más dinero y terminan por pensar que es algo normal, porque no hay leyes que lo impidan. Pienso que los bancos europeos podrían hacer reglas. Los lobbies de los bancos son tan fuertes que no se pueden hacer leyes sobre ellos. Los gobiernos europeos podrían establecer reglas, pero los americanos no las tienen, por lo que si lo hicieran serían devorados. Tendrían que hacerse reglas para el mundo entero».

Arropado por su mujer, la productora Michele Ray-Gavras, tan combativa como él, apuntó la necesidad de que la sociedad debe organizarse de otra forma: «Tenemos que acabar con la idea de que nos salvará un solo hombre, un héroe que roba a los ricos para robar a los pobres. No hay que esperar a que llegue Robin Hood», dijo. «Mucha, muchísima gente, va a sufrir durante mucho tiempo y va a tener que vivir una vida de pobreza, y eso que estamos en un continente riquísimo».

También de sufrimiento, aunque el producido por la persecución política, trata «Fasle Kargadan», la película del kurdo Bahman Ghobadi que se proyectó el pasado miércoles y cuya rueda de prensa de presentación tuvo lugar ayer. Acompañado por una Monica Belluchi que dijo entender a las mujeres iranís -«puedo entender a mi personaje, porque procedo de la cultura mediterránea, muy machista. Sé lo que significa luchar por tus derechos», apuntó- y por el actor Behrouz Vossoughi -exiliado en Turquía y alejado del cine desde hace 35 años, según dijeron-, Ghobadi defendió su cruda y poética visión del descenso a los infierno del poeta kurdo-iraní Sahel quien, tras permanecer encarcelado en Irán durante treinta años, regresa para encontrarse con su mujer. La amargura producida por lo sufrido se acrecienta aún más, hasta el extremo, al descubrir al causante de quien les destrozó la vida. «He hecho la película para no morirme, porque un cineasta si no puede expresar su obra es como un suicidio», explicó este cineasta doblemente premiado ya en Zinemaldia. «El cine, para mí, es como una medicina para curar un espíritu enfermo», concluyó.

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