Tras una huelga general que alteraba el ritmo habitual de Zinemaldia, ayer volvíamos a tomar las riendas de la vorágine festivalera para dejarnos llevar por esta especie de jauría cinéfila. Nunca son demasiados los encuentros, jamás son suficientes los saludos, no hay calle que se resista a dejarse pasear por conocidos. Zinemaldia es capaz de tejer una red social tal que una no deja de asombrarse con cada encuentro. La realidad se confunde con la ficción y todos parecemos personajes de película. Aunque cierto es que, ver al presidente del jurado, a Ricardo Darín, desplazarse por Donostia en bicicleta o descubrir que las divas también lloran o deciden no exponerse a las verdades de la cámara, hace que esta burbuja parezca más cercana, más terrena, algo más transitable. Poco queda ya para veredictos y despedidas, apenas dos jornadas para que finalice esta 60 edición que parece estar abriendo un nuevo tiempo para un festival anciano pero joven de espíritu y con ganas de seguir en primera fila. 60 años, todo ha cambiado, Zinemaldia también. Caras nuevas sustituyen a las que eran habituales y, a veces, nos acordamos de compañeros que han dejado de venir por diferentes motivos, entre otros, porque han perdido su trabajo. Pero a pesar de que algunos se apeen y otros se suban a este tren cinéfilo, el show continúa, se renueva y genera otras historias, incluso elocuentes frases de cine para la historia pequeña. La que sale de la boca del personaje principal de «Le capital», la película de Costa Gavras, puede ser una de ellas: «Soy vuestro nuevo Robin Hood, robo a los pobres para dárselo a los ricos». Nada más cerca de la realidad.