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Xabier Oleaga Presidente interino de Gaindegia

Fusilería burocrática contra Euskal Herria Esnea

«No resulta creíble», denuncia el autor, tras tanto despliegue promocional del emprendizaje, lo que están haciendo con el proyecto Euskal Herria Esnea, «alguien no es coherente». Rechaza la «rabiosa interpretación» de la norma para impedir la utilización del euskara en el etiquetado, pero más allá de la vertiente sociolingüística, alza su voz contra ese ataque desde un punto de vista empresarial y de mercado. Para terminar, llama a corregir pasos y a parar la sanción administrativa.

Casi no resulta creíble. Tanto despliegue promocional desde instituciones y entidades sociales para impulsar el emprendizaje y, llegado el caso, se recurre incluso a la criminalización de una digna propuesta para impedir que salga al mercado. Alguien no es coherente en esta batalla.

La competencia es inherente al mercado, y no hay nada que objetar al respecto. Pero en este caso hay otros factores en juego.

Hablamos de leche, sí, pero hablamos del proyecto Euskal Herria Esnea. Al mercado ni siquiera se le da la oportunidad de que acoja o deseche el producto en función de su calidad o de la solidez del proyecto empresarial que se halla detrás . Se le quiere poner fuera de juego antes de que éste comience.

Si ya esto resulta llamativo, en especial en tiempos de crisis como los actuales, lo es más el último argumento que se pretende utilizar en la operación. El euskara. Al parecer aquí es posible etiquetar sólo en castellano o sólo en francés, pero no sólo en euskara. No es novedosa esta situación, lo cual no hace sino realzar la necesidad de denunciarla. La razón esgrimida parece a primera vista algo más que peregrina. Como el envasado y el etiquetado se realizan fuera del País Vasco, se considera que el producto final no está enteramente elaborado en origen, a pesar de que se reconoce que el producto original procede enteramente de aquí. Con esa rabiosa interpretación de la norma, al parecer se pretende adoptar la no menos rabiosa decisión de impedir utilización en exclusiva del euskara en las etiquetas. Punto redondo.

Hecha la mención, voy a dejar no obstante a un lado la vertiente sociolingüística para quien sabe más de ello. Me concentraré en lo que puede competer a Gaindegia como observatorio socio-económico y de desarrollo.

Un proyecto tan impecable como loable desde el punto de vista empresarial e incluso social. Un colectivo de productores de leche que se agrupan en una cooperativa para explotar y comercializar su producto. Enarbolan el criterio de pagar a cada productor la misma cantidad por litro de leche aportada, independientemente de la cantidad global producida por cada uno. Las centrales lecheras por lo general premian con mejor precio por litro de leche aportado a los grandes productores frente a los pequeños. Son criterios a aplicar, legítimos ambos en clave de mercado, aunque frente a ellos uno tenga sus querencias.

Llega la hora de plantear la comercialización. Eligen una marca: Euskal Herria Esnea. Atendiendo a la procedencia de la leche, Comunidad Autónoma Vasca por un lado y Comunidad Foral de Navarra por otro, según las denominaciones administrativas vigentes. Por encima de ambas denominaciones, un concepto que engloba a las mismas y anterior además a ellas: Euskal Herria. Si hay una leche cuya marca es Bizkaia Esnea y otra denominada Araba Esnea y una tercera denominada Nafesnea, en atención al origen de las leches, parece lógica la opción de la nueva marca. Más si cabe si en un futuro abarcara incluso a productores de Iparralde. No me extrañaría que esa eventualidad figurara también en la mente de estos jóvenes emprendedores.

Podría ser, por qué no, un proyecto transfronterizo, tan estimulado en el contexto eurocomunitario. Existe ya una legislación que posibilita esa opción. Las ikastolas la han utilizado para agruparse en una cooperativa europea que asocia en términos de igualdad a los centros de los dos lados. Nosotros mismos, Gaindegia, somos una organización transfronteriza. Es más, impulsar proyectos que operativicen el conjunto de los siete territorios en clave de desarrollo es una de nuestras razones de ser. Por eso entre otras cosas, me he puesto a escribir este artículo. Operativizar ese ámbito en términos comerciales y de mercado se nos antoja muy interesante. Habrá de reconocerse que es una opción con un público de dimensión considerable.

Pues bien, hablábamos de la denominación del producto. Se ha dicho que las denominaciones citadas, todas ellas, contravienen la normativa. Puede que resulte discutible, y en la discusión hay argumentos hacia un lado y hacia el otro, pero por encima de todo ello lo cierto es que no se ha abierto expediente ninguno por ello, a pesar de que se ha sugerido. Por lo tanto, habrá que concluir que ilegalidades no hay.

Tenemos pues por un lado una marca de indiscutible atractivo publicitario, impecable desde el punto de vista de la comercialización. Y tenemos además otro criterio absolutamente comprensible desde el punto de vista del marketing estratégico de cualquier empresa, que es la identidad.

Hoy en día hay dos grandes batallas en el mercado por parte de los productos que compiten en el mismo. Uno es el de la fidelización, pero antes que él está el de la identidad, aquello que les permite ser distinguidos en ese proceloso mar. No es difícil reparar en la enorme carga identitaria del euskara, utilizada como único idioma de comunicación del producto.

A la vista está que la marca, en su conjunto, coquetea con el ideario político. Pero ese es ya un clásico en la publicidad que no necesita explicaciones. Antes hablaba de Iparralde, hace no muchas semanas de Hendaia para arriba uno podía ver un enorme y colorido panel con el eslogan «fier d'être basque» (orgulloso de ser vasco), ligado a una conocida marca de lácteos.

Por mi parte, llevo escritos ya unos cuantos miles de caracteres y se me reconocerá que lo he hecho en claves exclusivamente extrapolíticas. No ha sido tan difícil, porque de hecho el proyecto del que estamos hablando está construido básicamente en clave de mercado, en clave comercial, en clave de desarrollo. Eso sí, con visión de país. Y como tal se encuentra de bruces con la competencia. En este caso compitiendo incluso con algún proyecto anterior, dotado también de innegable visión de país.

En eso consiste el mercado. Y aunque mis propias ideas me impiden reconocerlo como órgano regulador, apelaré a él en esta ocasión como recurso ajeno para argumentar en el sentido en que lo estoy haciendo. Es decir, que sea el mercado y no la burocracia quien decida el futuro de Euskal Herria Esnea.

Cualquier otro grupo de jóvenes y audaces emprendedores de base que en los tiempos que corren se tirara a la piscina con la convicción y el arrojo con que lo han hecho los protagonistas de este proyecto sería acogido incluso con parabienes institucionales. Muchos proyectos de menor envergadura lo consiguen. Paradójicamente, para los de Euskal Herria Esnea de momento no ha habido más que descarga de fusilería burocrática.

Si hay leyes que, en cualquiera de sus versiones, impiden la utilización en exclusiva del euskara en el etiquetado, éstas deben desaparecer. Mientras existan, siempre habrá algún desaprensivo dispuesto a esgrimirlas. Pero esa, con toda su gravedad, es una vertiente sobrevenida en el caso. Aquí hay otras de evidente trascendencia. Alguien se está equivocando. Alguien debe corregir sus pasos. La sanción administrativa, simplemente está fuera de lugar.

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