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CRíTICA: «Contrarreloj»

¿Por qué corre Nicolas Cage?

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Mikel INSAUSTI

La carrera del actor Nicolas Cage se ha convertido precisamente en eso, en un no parar, en una constante locura de rodajes encadenados uno tras otro. Así que verlo correr en «Contrarreloj» se convierte en una metáfora involuntaria de su propia existencia, siempre obligado a sufrir en la pantalla, con esa mueca trágica que se le ha quedado de perpetuo y heroico mártir de misiones imposibles. A esa actitud maratoniana le acompaña un halo infernal, aliado nuevamente con el fuego, esta vez conduciendo un coche envuelto en llamas.

Su reencuentro con el realizador inglés Simon West, quince años después del éxito que compartieron en «Con Air», evidencia que las cosas han cambiado muy poco para el actor. Va tan acelerado que no deja avanzar el reloj, y es que en «Contrarreloj» el hombre no tiene tiempo ni para histrionismos, que quedan reservados a su antagonista Josh Lucas, quien, como villano de la función, se reserva las excentricidades gestuales y hasta una cojera. A Nicolas Cage le toca el ingrato trabajo físico, porque sobre sus hombros recae nuevamente el peso de la acción.

Los títulos de crédito y el dinámico prólogo remiten directamente al género de robos espectaculares, impresión retomada en la parte final con un nuevo atraco millonario. Pero lo que queda en medio una película distinta, denotando que el guión original de David Guggenheim debería haber ido por otros derroteros. El núcleo argumental, de hecho, está relacionado con el secuestro de la hija del protagonista y su encierro en el maletero de un taxi. Surge entonces el tema de la traición, porque quien se ha llevado a la chica es un antiguo compinche del ladrón de la historia, que busca venganza. Le acusa, al igual que la Policía, de haber escondido el botín inicial por no querer repartirlo, para disfrutar de él a su salida de la cárcel.

La dramatización del asunto es mínima y la maldad deviene una vez más en pura caricatura. Lo mismo que los sentimientos paternofiliales, a los que el buen ladrón intenta responder tarde y mal con un osito de peluche como regalo, cuando la niña que conoció ya se ha convertido en una adolescente.

 

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