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Carlos GIL Analista cultural

Ambición

En campaña electoral, la cultura entra en fase de desmontaje de sus valores transformadores para convertirse en un detalle decorativo que rubrica con buenas intenciones los manifiestos y proclamas que ocultan las dejaciones estructurales acumuladas durante tantos años de desgobierno cultural. Algunos buscamos y rebuscamos en los paquetes programáticos presentados por los concurrentes y, después de intentar descifrar alguno de los jeroglíficos, analizar las propuestas y mirar la parte declaratoria esencial, no tenemos más opción que pedir cita con el terapeuta o la echadora de cartas.

Vamos a intentar escribir entre paréntesis, pensar entre paréntesis, opinar con sordina, mirar hacia otro lado, comprender que la situación es muy difícil y que, a falta de proyecto, siempre quedan la quietud, la inercia y los recursos al populismo chato. Los empecinados acabamos siempre chocando con los boletines oficiales, con las decisiones cortas de miras, pero mientras nos quede algo de aliento, reclamaremos un poco de ambición en el campo cultural. Eso no significa apoyar macro edificios porque ya estaban ahí, ni decir internacionalización y pensar que ya somos mundiales.

Ambición en buscar sin demora las bases para que las próximas generaciones puedan disfrutar de la cultura como un bien común, fundamental, no casual, ni desmovilizador, sino que forme parte principal del imaginario de ser vasco. Ambición es mantener protegida la oferta cultural de ahora y mejorar la de mañana. La cultura no es solamente quienes la hacen y quienes la administran, sino, sobre todas las cosas, quienes la gozan y la complementan con su presencia, lectura, audición o contemplación.

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