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Anjel Ordóñez Periodista

Cincuenta años de dignidad

El barrio de Rekalde ha celebrado recientemente la «Semana de la dignidad», para conmemorar el 50 aniversario del nacimiento del movimiento vecinal en este barrio bilbaino. Cinco décadas plantando cara a las instituciones, desde las franquistas de los primeros momentos a las de López, Bilbao y Azkuna en un presente no menos complejo. Ha llovido mucho, a veces demasiado, desde aquella inicial comisión proescuelas que logró dignificar la educación de los más pequeños en Bizkaia y que se constituyó en embrión de la primera asociación de familias, surgida en 1964, modelo de organización popular en Euskal Herria y también en Europa. Durante estos 50 años, trabajo no les ha faltado. Lograron echar del barrio al lodo, instalaron los semáforos, levantaron la Universidad Popular, el módulo psicosocial, el gabinete psicopedagógico, la biblioteca popular, la cooperativa de consumo... Todo con el esfuerzo generoso, sacrificado y honesto de quienes no dudaron en secuestrar autobuses para reivindicar el transporte público ni en ocupar viviendas para realojar a las familias que se quedaron sin techo tras la terrible riada de 1983.

No se puede negar que la sociedad ha evolucionado vertiginosamente desde que el movimiento asociacionista diera sus primeros pasos en Rekalde. Corren otros tiempos. Pero esa profunda transformación, lejos de convertir en anacrónicas la lucha social y las reivindicaciones vecinales, las ha tornado más necesarias y actuales que nunca. Imprescindibles. Porque si Rekalde ha celebrado ahora la Semana de la Dignidad, hace exactamente un año organizó otra muy distinta: la Semana de la Vergüenza. La vergüenza que embarró a quienes tomaron la infame decisión de derribar uno de los proyectos emblemáticos del asociacionismo bilbaino en el siglo XXI: Kukutza. Los mismos que en junio cerraron Patakon y el viernes tapiaron Uztaldi.

Aquel pueblo que ignora su historia está condenado a repetir sus errores. De ahí que en Rekalde se esfuercen para rendir homenaje a quienes, durante 50 años, se han empeñado en que el barrio siga en pie por encima de intereses espurios, de olvidos premeditados y también de ataques frontales. Por dignidad.

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