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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Castellano, lo «normal»

Ayer continuaban las coces del extremo centro ante la decisión de la Diputación de Gipuzkoa de reforzar el uso del euskara. Se consolaban con la reforma educativa del Gobierno de Madrid.

«La Razón» puso en marcha a su equipo de investigación y aseguraba que «Los pinganillos vascos costarían 275.000 euros». Se trata del cálculo de ese diario basado en las partidas para traducciones que el Parlamento vasco incluyó en sus presupuestos para 2012. Eso sí, tenía el detalle de recoger unas declaraciones de Laura Mintegi en las que esta decía que la medida intenta «paliar una situación de discriminación que sufre una de las dos lenguas».

Pero lo que en Euskal Herria ve cualquiera «La Razón» lo ve al revés, por eso le parece estupenda la reforma educativa que prepara el Gobierno del PP. Al respecto, titulaba: «Educación obligará a que se estudie en castellano en toda España». Lo decíamos ayer, obligar a estudiar en euskara es imposición, pero hacerlo en castellano, e incluso prohibir el euskara en la red pública, es lo «normal» para estos cerebros privilegiados.

Como complemento de la información, Erik Montalbán hablaba de la «Manipulación nacionalista en los libros de texto», y la primera rueda de molino que ofrecía a las lectoras y lectores rezaba así: «Los nacionalismos en nuestro país no sólo han tenido efectos en el ámbito político, económico o social, sino que también han afectado de lleno al sistema educativo, que no se ha librado de la manipulación y la desinformación». Ya lo creo, fíjense la influencia que tuvo el nacionalista español Ricardo de la Cierva, historiador oficial del franquismo, durante unos cuantos años de «placidez». Continuaba Montalbán asegurando que «los alumnos de las regiones de tradición nacionalista (...) conocen al dedillo la historia, la geografía y la lengua de sus regiones, pero presentan déficits educativos en todo lo concerniente al conjunto de España o al resto del mundo». Y los alumnos de las regiones monolingües tienen unos conocimientos espectaculares de todo el mundo, ¿no? ¡Anda ya! E insistía: «No es raro que un escolar catalán de once años sea incapaz de situar Madrid en un mapa», que parece ser lo máximo a lo que un escolar puede aspirar, «o de expresar determinados conceptos matemáticos en castellano, pues sólo los ha estudiado en catalán». ¿No es más lamentable que un escolar vasco no sea capaz de hacerlo en euskara? Pues ocurre, y es más habitual.

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