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Análisis | impulso soberanista en Catalunya

Réquiem por el socialismo catalán

Coincidiendo con la publicación de un manifiesto del sector catalanista del PSC reclamando un Estado propio, el autor ofrece algunas claves para entender la deriva de un partido cuya posición ante el proceso soberanista en Catalunya le sitúa al borde del abismo

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Beñat ZALDUA I

De cara a las elecciones catalanas del 25 de noviembre, todas las encuestas coinciden en augurar, además de la victoria de CiU, un nuevo accidente electoral para el PSC; un accidente que, según los peores pronósticos, podría dejar al partido tocado de muerte, con la representación más baja de su historia. La pregunta que queda es: ¿Qué les ha pasado a los socialistas para pasar de los 52 diputados de 1999 a la escasa veintena que le auguran los sondeos?

La crisis general de la socialdemocracia europea, incapaz de dar una respuesta alternativa a la crisis, tiene algo que ver, pero desde luego, no explica por sí sola el descenso a los infiernos del partido que durante los años de Pujol ejercía de contrapoder a CiU y que, a través del tripartit, llegó a alcanzar la Generalitat en 2003. Las razones de la deriva socialista hay que buscarlas en clave interna, tanto dentro del propio partido como en el contexto catalán, en el que parecen haber quedado fuera de juego.

Crisis de partido

Las derrotas electorales en los últimos años no han hecho más que agravar la crisis interna de un partido que siempre se ha debatido entre los que la entienden como una formación catalana independiente y los que la utilizan como mero brazo extensible del PSOE.

Después de que el último tripartit acabase como el rosario de la aurora, el PSC se apresuró a renegar de lo que hicieron, dándose un histórico trompazo en las elecciones de 2010. Un año más tarde, los socialistas vieron como, por primera vez en la historia, CiU les pasaba la mano por la cara en unas elecciones generales; unos comicios en los que también perdieron plazas emblemáticas como la Diputación y el Ayuntamiento de Barcelona. Sin olvidar el fracaso de Carme Chacón como candidata a liderar el PSOE. Pese a estas señales, y sin propósito de enmienda, la cúpula del partido -a la que se le ha acusado de una total desconexión con la realidad- mantuvo la continuidad, elevando a un desconocido a la secretaría general: el alcalde de Terrassa, Pere Navarro.

Pero para entender esta crisis del partido hay que remontarse a fechas más lejanas. El PSC se fundó en 1978, tras la fusión de dos partidos catalanistas y la federación catalana del PSOE, y bajo el liderazgo de políticos como Joan Reventós, Raimon Obiols o Pasqual Maragall. Los sectores catalanistas dominaron el partido en los primeros años, mientras en paralelo se reforzaba el núcleo de matriz españolista, con sede en el Baix Llobregat y el cinturón metropolitano de Barcelona.

Este sector se quejó durante años de que ellos aportaban los votos y los catalanistas a los dirigentes, hasta que en el Congreso de Sitges de 1994 dieron un paso al frente y pasaron a controlar el aparato del partido con mano de hierro. Pese a ello, y sabedores de que solo un candidato de perfil catalanista podría derrotar a CiU, mantuvieron como cabezas visibles a líderes como el propio Maragall. Y lo consiguieron con el tripartit. El viejo anhelo socialista de pasar del poder municipal al poder gubernamental en el Principat se hizo realidad. Pero el embrujo duro poco y, después de hacerle la vida imposible a Maragall, impusieron a su candidato en la segunda edición del tripartit: José Montilla. El resto de la historia ya la conocemos.

Crisis de proyecto

Esta tensión permanente entre las dos almas del PSC se traduce, en un momento clave como el actual, en una crisis absoluta del proyecto socialista en Catalunya, que se ve superado por el país en el que vive. La manifestación de la Diada permitió visualizarlo, ya que la cúpula del partido no participó en la marcha, mientras que sí que lo hicieron cabezas visibles del sector catalanista como Ernest Maragall, Àngel Ros o Marina Geli.

Los acontecimientos han ido demasiado deprisa para los socialistas. Sin entender todavía que el estado de las autonomías hace aguas, han recuperado del baúl de los recuerdos el federalismo, con el que desearían esperar a que escampe el temporal, marcando distancias con una CiU cada día más soberanista y un PP cada hora más centralista. Pero la propuesta del federalismo, interesante en la teoría, choca de frente con dos problemas: en el Estado español los federalistas son una especie en peligro de extinción y el PP tiene una mayoría absoluta con la que se ha negado siquiera a modificar la LOFCA para avanzar hacia el pacto fiscal. Por no hablar ya de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut. ¿De verdad pretende el PSC, como anunció Navarro, impulsar toda una reforma constitucional?

Así las cosas, una cúpula del partido cada vez más cerrada sobre sí misma -no se han celebrado las primarias prometidas- propone a la sociedad catalana una salida ambigua e inviable, en un momento en el que los catalanes ansían posicionamientos claros y bien definidos. Mientras tanto, el sector catalanista, que se verá una vez más borrado del mapa en las listas socialistas, sigue sin articular un bloque cohesionado capaz de plantar cara y cambiar el rumbo del partido. Próxima estación de la debacle socialista: 25 de noviembre.

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