Si contrastamos los mensajes que en los últimos días están lanzando Artur Mas e Iñigo Urkullu, da la impresión de que el candidato jeltzale a lehendakari considera que el president catalán se mueve por la estratosfera intentando alcanzar una quimera (que diría el Borbón que reina en La Zarzuela cuando no anda de cacería por Bostwana).

Eso sí, que quede claro que tanto Urkullu como Mas se resisten a utilizar la palabra «independencia» aunque tengan delante a un sacamuelas dispuesto a dejarles sin un diente.

Pero pongamos como ejemplo algunos comentarios que pronunciaron el viernes ambos dirigentes políticos conservadores. Artur Mas: «Comenzamos una nueva dirección y nuestro país vive una etapa de ilusión; la nueva vida que hemos de ir construyendo será un camino de estímulos que nos hará defender mejor nuestra identidad y vivir mejor». Iñigo Urkullu: «Tenemos los pies en el suelo y somos conscientes de cuál es la realidad económica, y esa es la prioridad. (...) somos conscientes y realistas del contexto político e institucional». Más del president: «Nuestro país tiene el suficiente tejido asociativo y empresas para dar la vuelta a la situación». Y no es para tanto, según el líder del PNV: «A estas alturas, 117 años después de haber nacido, que ahora nadie se lleve las manos a la cabeza por las aspiraciones que tenemos».

Y como el mismo viernes pasaba por Barcelona, donde participó en unas jornadas organizadas por Sobirania i Justícia -una asociación que se define como independentista-, un poco del otrora lehendakari Ibarretxe: «A menos democracia, más independencia. Estamos en ese modelo». ¡Vaya, él sí pronunció la palabra tabú! Y añadió: «Un pueblo existe antes que dotarse de un marco jurídico». Más a más, Ibarretxe dijo que «quien pregunta no divide; divide quien no escucha». Creo que viene a cuento recordar aquí que él, finalmente, no se atrevió a preguntar, sino que convocó elecciones y en el programa electoral del PNV no se incluyó la promesa de consultar a la ciudadanía durante la siguiente legislatura.

Aún hay que esperar un poco para ver si CiU incluye la consulta, con plazo máximo de cuatro años para llevarla a cabo, en su propuesta programática. Urkullu ya ha dejado claro que prefiere andarse por las ramas.