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Venezuela afronta con suspense unas elecciones decisivas

Hugo Chávez se juega la reelección en las elecciones que se celebran hoy. El presidente venezolano ha insistido en que la disyuntiva está entre profundizar en el proceso bolivariano o regresar a las políticas del pasado. La oposición, por su parte, ha cuestionado la transparencia de los comicios y amenaza con no reconocer los resultados en caso de derrota.

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Alberto PRADILLA |

Hugo Chávez y Henrique Capriles se la juegan a partir de las seis de la mañana de hoy, hora venezolana. Después de tres meses de campaña, el candidato a la reelección y el aspirante opositor se miden en las urnas dentro de un proceso electoral que simboliza el choque de dos modelos políticos. Por primera vez en 14 años, la oposición se presenta a los comicios presidenciales con ciertas opciones de llegar al palacio de Miraflores, aunque todas las encuestas dan por hecha una nueva victoria de Chávez. Además, el ambiente se ha enrarecido en la recta final de las elecciones. Durante los últimos días se han repetido los avisos de que cierto sector de los seguidores de Capriles podría no reconocer los resultados, lo que abriría la puerta a un escenario incierto.

Diversos miembros del partido Primero Justicia o de grupos afines consultados el domingo pasado por GARA confirmaron sus reticencias a aceptar una victoria chavista. Además, los responsables del comando Venezuela (principal órgano de campaña de Capriles), han mantenido una actitud ambigua hacia los mismos. Aseguran que no dudan del sistema electoral, aunque sí del árbitro, en referencia a los miembros del Consejo Nacional Electoral. Pese a ello, se dan por ganadores y no terminan de dejar claro cuál será la actitud de sus bases cuando comiencen a ofrecerse los primeros resultados.

Varios escenarios

Se barajan varios escenarios posibles. El primero, una victoria de Chávez y un reconocimiento explícito de Capriles. Esto evitaría cualquier conato de violencia que pudiese plantearse. El segundo, también basado en un triunfo del actual presidente, prevé el surgimiento de pequeños focos que pongan en cuestión la transparencia de las urnas. Estos se centrarían en barrios como Palos Altos, en el municipio Miranda, donde la oposición es mayoría. Este escenario podría endurecerse progresivamente dependiendo del margen de votos y de la actitud que tomen los principales cargos de Capriles. Desde el Gobierno se ha advertido sobre las supuestas intenciones de algunos opositores de salir a celebrar la victoria antes incluso de que el CNE ofrezca algún dato. Con esta maniobra buscarían posicionarse hacia la opinión pública internacional, ya que cuentan con el apoyo de buena parte de los medios de comunicación occidentales. Lo que es una incógnita es hasta dónde están dispuestos a llevar su descontento.

En esta ecuación también se incluye la posibilidad de que el presidente bolivariano sea derrotado. Únicamente una encuestadora ha predicho la victoria de Capriles. No obstante, Chávez ya ha reiterado públicamente que acatará el mandato de las urnas. Ayer estaba previsto que el presidente realizase una declaración pública a las 17.00 (23.30 en Euskal Herria), aunque al cierre de esta edición no habían trascendido detalles sobre su contenido.

Escorada a la izquierda

Al margen de los posibles intentos desestabilizadores, la campaña cierra apretada y escorada a la izquierda. La insistencia de Henrique Capriles, el candidato de la Mesa de la Unidad Democrática, de presentarse a sí mismo como progresista es, probablemente, una de las grandes victorias del chavismo. El hecho de que un exgolpista que siempre ha militado en organizaciones derechistas haya tenido que maquillar su imagen prometiendo que no tocará los logros del proceso evidencia que la mentalidad venezolana ha girado hacia la izquierda.

Paradójicamente, Capriles ha mantenido un perfil mucho menos ideológico que su base más fiel, aquellos en permanente movilización desde 1998, año de la primera victoria de Chávez. Su discurso se ha centrado en las ineficiencias, los cortes de luz y la violencia, que constituyen las grandes preocupaciones para los venezolanos. Básicamente, lo que ha planteado la oposición es que el modelo del actual Ejecutivo no es malo, pero que se puede afinar.

Este mensaje, que trata de conectar con las clases populares, tradicionalmente aliadas del chavismo, y con los descontentos con los errores de gestión, ha sido contrarrestado desde la candidatura del presidente alertando de los riesgos de un «paquetazo neoliberal». De este modo, los seguidores de Chávez han alertado sobre la existencia de una «agenda oculta» que implicaría la privatización de buena parte de los bienes nacionalizados durante los últimos 14 años, así como el desmantelamiento de proyectos como las misiones, que engloban los grandes planes de sanidad, alfabetización y vivienda desarrollados por el Ejecutivo de Hugo Chávez. Este, además, ha insistido en que los retos para el próximo período 2013-2019 se centrarán en profundizar en el proceso bolivariano. Entre sus apuestas, la «Gran Misión Vivienda Venezuela», que prevé la construcción de tres millones de domicilios. Por ahora, cerca de 300.000 casas han sido ya entregadas, mientras que otras 400.000 están en construcción.

El perfil de ambos candidatos también ha sido diametralmente opuesto. Capriles inició la carrera nada más comenzar la campaña, recorriéndose decenas de municipios. Chávez, que padeció una grave enfermedad, ha pisado el acelerador en las dos últimas semanas, con tres apariciones diarias aunque discursos mucho más cortos de lo habitual.

Los colegios abrirán sus puertas a partir de las 6.00 horas locales (las 12.30 en Euskal Herria) y para la medianoche podrían tenerse ya los resultados. Las urnas venezolanas no solo marcarán la línea del país para los próximos seis años, sino que tendrán influencia en una zona marcada por novedosos procesos emancipatorios.

«Compras nerviosas»: abastos para el fin del mundo

«Compro todo esto por las elecciones. Nunca se sabe qué ocurrirá. Estoy segura de que ganará Henrique Capriles, eso lo sabe todo el mundo. Sin embargo, no creo que Hugo Chávez acepte la derrota, él actúa como si el país fuese suyo». Alejandra, una mujer que sobrepasa ya los 70, explicaba el viernes con estas palabras por qué cargaba con un carro con suministros suficientes como para aguantar un mes encerrado en casa. Como ella, decenas de personas se arremolinaban en las colas del supermercado ubicado en el centro comercial Plaza, ubicado en los Palos Grandes, en el Estado Miranda. Aquí se concentran las clases más pudientes de Caracas, por lo que se trata de un feudo del antichavismo. Una composición social que explica lo que aquí se denomina como «compras nerviosas», el acopio de bienes de primera necesidad previo a cualquier cita con las urnas.

«El actual presidente está loco y puede hacer cualquier cosa», asegura Alejandra. Junto a ella, dos clientes charlan con rostro de preocupación y se animan mutuamente. Si uno atiende a los diálogos que se escuchan en este supermercado, parece que fuese a llegar el fin del mundo. Los carros, llenos hasta arriba de pasta, arroz y alimentos básicos. Y las conversaciones reflejan dos elementos: la absoluta fe en la victoria de los seguidores de Capriles y su alejamiento de la realidad social y política. Chávez ya ha reiterado que aceptaría una derrota. Pese a ello, los partidarios del candidato opositor se abastecen por si el lunes no hubiese comida en los estantes de los supermercados. Un fenómeno que también provoca un alza de los precios. En medio de una especie de pánico colectivo, los dueños de los establecimientos aprovechan para castigar los bolsillos de sus clientes. Además, la prohibición de vender alcohol que rige desde el viernes aumenta la afluencia de compradores en los grandes almacenes.

«Vivimos en una dictadura», insiste Alejandra. Aguarda más de una hora de cola mientras celebra aquel bochornoso «por qué no te callas» lanzado por Juan Carlos de Borbón. Como ella, cientos de personas optan por acumular toda la comida que puedan en previsión de tener que atrincherarse en casa. Algo que no parece previsible que ocurra. A. PRADILLA

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