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«El hecho de tener dos hijas me obliga a pensar en el mundo que van a heredar»

IÑIGO MUGURUZA I Guitarra y compositor de lurra

Tras una pausa musical, que podría haber sido indefinida, Iñigo Muguruza se sintió subyugado por la voz de Ane Garcia. Las causas de la retirada también se volvieron más dúctiles, así que con las diferentes motivaciones y cinco espléndidas canciones acústicas, nació la belleza, Lurra.

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Pablo CABEZA |

Por la vida de Iñigo Muguruza han pasado historias tan densas como la de Kortatu, Delirium Tremens, Negu Gorriak, Joxe Ripiau, Sagarroi... y ahora Lurra. Durante este tiempo, su vida ha transcurrido, en principio, sin apego a una zona concreta. Nació en Irun y en Irun dejó escritos los años que marcan la vida, pero también ha pasado por Nicaragua, Gasteiz (1997-1999), donde conoció a su actual pareja, Estitxu, natural de Trapagaran. Las circunstancias les movieron a Portugalete, donde vivió dos años, para concluir esta fase externa a su origen en Gueñes, donde nació Uxue, su primera hija. Aiara ya lo hizo en Irun. La una y la otra, además, son inspiración para Muguruza de relatos de naturaleza infantil, género en el que se encuentra cómodo.

En su etapa de Gueñes, de 2002 a 2005, un inquieto y agitado aficionado a la música, la lectura y el cine, se matriculó en la escuela de Magisterio de Bilbo para sacar el título de profesor de música, que conseguiría sin mayores problemas. No obstante, también debía hacercarse a Irun unos cuantos días a la semana para impartir clases de guitarra, por lo que, finalmente, regresó al punto de origen. «Gueñes es un sitio muy bonito y tranquilo, pero bastante aislado, y decidimos venirnos a Irun, donde tenemos más vida social, cine, dos playas al lado, monte, una pizzería y un kebap al lado de casa. En cada época uno valora unas cosas más que otras, y ahora -con dos hijas- mi ranking de valoraciones no tiene casi nada que ver con el que tenía hace 20 años», matiza.

«Lurra» es un cedé de cinco canciones. Es luminoso y a la vez triste en positivo, el lado reconfortante y hermoso de la lágrima. Una de las mejores composiciones se titula «Kanelazkoak», con un bajo asombroso (obra de Carlos Zubikoa, ex-Sagarroi y músico de amplia experiencia. Es la voz grave y profunda de algunos apoyos vocales. Más de una vez le han dicho que se dedique al doblaje) y una gran letra de Ane Garcia.

En todo caso, es complejo decantarse por uno u otro título, ya que la inspiración llega con suficiencia creativa a todos los títulos. Tres escuchas y el disco te pertenece, las canciones son del oyente. Corren por las notas los diferentes aires del continente africano, pero también los quejidos del blues, el acorde del folk. Son canciones que sanan, que facilitan diálogos internos, extraer emociones.

El aita de Ane es Pablo Garcia, un reputado guitarrista, amigo y colaborador de Patri Goialde, curiosamente el primer profesor de guitarra de Iñigo. Su madre es Josune López, cantante prolífica. Sus tíos son Xabi López, bajista de Desband y guitarra en Beti Mugan, y Joseba López, guitarra asimismo de Desband y, posteriormente, de Vómito.

El benjamín del grupo es Ander Larrañaga, de 17 años, que se defiende con la percusión con mucho brillo y soltura.

En un momento dado dejó la música, el ciclo se había cubierto. Cabe imaginar que Lurra es la consecuencia de que quien es músico lo es para toda la vida, y que una sencilla e improbable chispa entre dos piedras puede encender los sentimientos y la necesidad.

Pues así debe de ser, sí. Es verdad que cuando nació mi primera hija -Uxue- me di cuenta de que la crianza de un bebé es algo gigantesco, más de lo que pensaba. Entonces -como la mayoría de padres abrumados- leí mucho, hablé con gente erudita en la materia y vi (bueno, y sigo viendo) charlas en Youtube de gente muy buena en el tema como Laura Gutman. Tomé conciencia de la extraordinaria importancia de la atención al niño (y a la madre) los 4 ó 5 primeros años, los más influyentes en la construcción afectiva del ser humano. Y estaba en ese punto cuando decidí abandonar la labor creativa musical.

Sin embargo...

Seguí trabajando en la Escuela de Música Municipal de Irun, y un buen día se apuntó Ane Garcia (actual cantante de Lurra) a mis clases de guitarra eléctrica. Yo conocía a familiares suyos del mundo de la música de Hondarribia, y cuando le ponía una canción, ella la cantaba también. Me cautivó su voz, sin aspavientos y de gran encanto y peculiaridad. Así surgió el proyecto, y al cabo de dos años ha tomado forma. Si no es por ella seguramente no me habría lanzado otra vez (o quizá sí, quién sabe).

Un disco acústico, básico en principio, sin fuegos artificales reiterativos y con polvo folk «africano» y algúna ventolera «brasileña».

En este punto, tengo que agradecer a mi amigo Alberto Markuerkiaga (furgonetero con Joxe Ripiau, filósofo y viajero) las horas de música africana que nos regaló en tantos kilómetros de giras. Además, Carlos Zubikoa, bajista de Sagarroi y ahora de Lurra tiene una vastísima cultura musical, con preferencia a los sonidos africanos, afroamericanos, brasileiros, etc, etc, etc.

El disco se cierra con «Atticus Finch», una canción de la que es muy difícil despegarse de su estribillo y de su significado en estos días tan insolidarios y represivos.

Es una canción antiracista basada en la película «Matar a un ruiseñor», una de mis preferidas, a la que ya dediqué «Kabilia hautsia da coraçao» en el «Paradisu zinema» de Joxe Ripiau. Es un tema -el racismo- que me chirría mucho y que en épocas críticas como la actual tiene su perfecto caldo de cultivo. En la letra reconozco que todos arrastramos en nuestro interior una parte de miedo y rechazo a lo desconocido, y a veces nos perdemos su infinita riqueza.

¿Ha compuesto las canciones en el tiempo de evasión o vienen dadas por el inicio del proyecto?

En mi época de «ausencia» he estado muy ocupado con mis dos hijas. He escrito mucho de lo que me contaban. En el plano musical, he estado en stand-by tres años. Ahora tengo un poco más de tiempo y la maquinaria está en marcha.

¿En algún momento Lurra tuvo dudas de si iba a ser un proyecto acústico o eléctrico? ¿Por qué una opción y no otra?

Una de mis hijas se llama Nitro y la otra Glicerina [nombres figurados que Iñigo utiliza como juego] y cuando se juntan... ya tenemos positive bomb. Lurra era acústico desde el principio. He oído demasiado follón y Pirritx eta Porrotx en esta época de puerperio (también grabé en una canción con Sutagar para Pirritx eta Porrotx), y el cuerpo me pedía una onda acústica, que ya empecé en «Haikua» con Sagarroi. Pirritx eta Porrotx me parecen buenísimos, pero, en su medida, como todo. Si nuestro proyecto fuera más de moverse y tal, pues sabemos cómo hacerlo, ya me conoces. Pero esto es así, más en la onda Calexico, Ismael Lo... más etno-blues.

La música de Lurra es ritmo y a la par melancolía, con textos de papel miloja y fuerte sensibilidad hacia el momento tan despiadado que se vive.

El hecho de tener dos hijas me obliga a pensar en el mundo que van a heredar, y cuando veo en Catalunya que ponen candados a los contenedores para que los hambrientos no cojan basura para comer o veo mujeres de 60 años que no han conseguido trabajo limpiando suelos y se tienen que prostituir... se me cae el alma a los pies. O el ser humano acaba con este sistema despiadado o el sistema acabará con él. Muchas veces me viene a la cabeza la frase de Natxo Cicatriz: «Hijos de puta, no; hijos de perra».

Sensibilidad social y musical que acaba en los acordes menores, los que mejor subliman el alma.

En un chiste que hacíamos Francis Dr. Deseo, Anari y yo, comentábamos que somos del club de los acordes menores. Me gustan los acordes menores (los que llamas melancólicos) porque me conectan directamente con mi infancia, que recuerdo como una época muy jodida y depresiva. Hace poco una mujer muy mayor me dijo: «Me acuerdo que en el barrio te llamaban el llanero solitario». Así me recuerdo yo también, y cuando le oí definir así su infancia a Francis (en una entrevista que le hizo mi hermano Jabier) me sentí muy identificado con él. Mi adolescencia -como la de la mayoría- estuvo llena de altibajos, era ciclotímico. Hace 10 años, cuando iba a nacer mi hija, tomé la determinación de ponerme las pilas para no transferirle esa tristeza. Ver a mis hijas ahora con un estado anímico tan alegre, me ayuda a cicatrizar viejas heridas.

¿Lurra reivindica la tierra por encima de los humanos?

¿Y sin tierra dónde vivimos? Como dice Eduardo Galeano, «estamos cortando la rama en la que nos sentamos».

Contacto: teclear www.myspace.com y en el buscador escribir «lurra lurra» o bien el mail kanelazkoak@euskaltel.net.

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