Ainara Lertxundi Periodista
México, un territorio en paz pero hostil
México, oficialmente en paz, es el tercer país más peligroso del mundo para ejercer la labor de periodista, por detrás de Siria y Somalia. En lo que va de año, 32 periodistas han muerto mientras cubrían el conflicto sirio; 16 en Somalia y 10 en México, según datos difundidos por la organización civil «Campaña por un Emblema de Prensa» (PEC, por sus siglas en inglés). Su secretario general, Blaise Lempen, advirtió de que se trata de una cifra «jamás registrada en un periodo similar».
Ese clima de inseguridad permanente ha llevado a la ONG Artículo 19 a organizar cursos de seguridad específicos para reporteros, más propios de un soldado. «Hay que saber qué hacer con una herida de bala dependiendo del tipo, si debes aplicar presión o hacer un torniquete con un pedazo de tela y con un palo darle vueltas», señala Ricardo González, miembro de la asociación. A estos «atípicos» alumnos también les enseñan a recoger agua con el rocío de las plantas, a construir un improvisado refugio con ramas de árbol o cómo librarse de un agente en caso de sean agarrados por el brazo o zarandeados. No en vano, el 60% de las agresiones a periodistas registradas en los últimos tres años correspondieron a policías.
En estados como Tamaupilas, uno de los más afectados por la violencia, los cárteles de la droga ejercen un gran poder sobre los medios de comunicación, hasta el punto de que los utilizan para anunciar cumpleaños de amantes o hijos.
Una extensa cadena de complicidades ha permitido llegar a semejante extremo. Y solo una actitud decidida y valiente por parte del Gobierno y de sus instituciones podrá romper esa cadena de ataques y atrocidades en un país donde informar, buscar a un familiar desaparecido o, simplemente, tomar un café en un lugar público puede suponer la muerte o ser secuestrado. El tiempo dirá si el nuevo presidente, Enrique Peña Nieto, es capaz de atajar esta alta tasa de criminalidad y depurar responsabilidades. De momento, toda precaución es poca, porque «una situación de aparente paz, se puede volver hostil en cuestión de minutos».