Mikel INSAUSTI

Lo de Luc Besson es un caso aparte, porque es el único productor europeo que maneja presupuestos similares a los grandes estudios de Holywood, compitiendo con ellos de igual a igual. En «Venganza» se gastó hace cuatro años 26 millones de dólares, recaudando en todo el mundo la asombrosa cifra de 227 millones. La secuela ha tardado en llegar más de lo recomendable en lo referente a continuaciones de éxitos de taquilla, pero esta vez ha podido contar con una inversión de 80 millones, lo que garantiza la espectularidad de este producto de acción.

«Venganza: Conexión Estambul» cuenta con escenas de alto voltaje, efectivamente, que no decepcionarán a cuantos disfruten con persecuciones bien filmadas. Los tejados de Estambul se prestan además a dar una sensación si cabe más vertiginosa y laberíntica, con un Liam Neeson que, a sus 60 años, demuestra encontrarse en plena forma. Allí donde no llega el actor irlandés, entra en escena su doble Mark Vanselow, especialista en coreografías de lucha.

Nada que oponer, por tanto, a un maduro pero imponente Liam Nesson, que sabe dotar a su personaje de la fuerza y seguirdad que se le supone a alguien que ha sido entrenado durante toda su vida para actuar en situaciones de riesgo extremo. Sin embargo, ya no se encuentra tan respaldado por el guión de Luc Besson y su habitual colaborador Robert Mark Kamen. La idea del primero fue la de descartar una serie con más entregas, optando por el formato de díptico, según el cual la secuela no hace más que completar una obra cerrada junto con su precedente.

El planteamiento pinta bien en teoría, pero en la práctica no funciona, debido a que la nueva trama se solapa con la antigua. La una viene a ser casi un calco de la otra, con lo que se pierde el efecto sorpresa inicial. Cierto que ahora el concepto de «venganza» cobra pleno sentido, pero a costa de repetir el esquema argumental del secuestro de un miembro de la familia del protagonista. Primero le tocó rescatar a la hija en París, y ahora a la exmujer en Estambul.