(Traducción: GARA)

(...) La primera conclusión que se puede extraer de la actitud española es que finalmente han visto que lo que está ocurriendo en Cataluña no es un episodio coyuntural, ni una táctica oportunista de partido ni una quimera, sino una voluntad decidida y cada vez más arraigada socialmente de cambiar profundamente las relaciones con España empezando por dotar a Cataluña de la capacidad de decidir como sujeto político. La mayoría de respuestas que llegan de Madrid, de hecho, no hacen sino dar de facto a Cataluña carta de naturaleza como entidad política diferenciada.

Las cosas todavía se han de complicar más a medida que vaya acercándose la campaña electoral. Meter el miedo en el cuerpo del electorado es la única arma que le queda a un Estado español que ha perdido toda la credibilidad, todo el prestigio y todo el respeto por parte de buena parte de una ciudadanía que, puesta a perder, también está perdiendo el miedo a las actitudes infames y groseras que solo saben recurrir al uso de la prepotencia y la posición de superioridad. De momento, cada paso que da el Estado para intentar retener los catalanes es una razón más para afianzar la voluntad de marcharse.