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CRíTICA: «Frankenweenie»

La resurrección de un recosido Tim Burton

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Mikel Insausti

Tim Burton ha vuelto a la vida, reanimado por un experimento con la chispa eléctrica de sus creativos comienzos en los que alumbró un imaginario propio que brillaba en medio de la oscuridad del terror gótico con un encanto infantil y sentidamente cinéfilo. En lo que a mi respecta, se puede tirar otra temporada haciendo encargos comerciales para Disney, si luego le permiten darse un capricho de autor como «Frankenweenie».

En «Frankenweenie» Tim Burton vuelve a ser fiel a si mismo, a esas criaturas alargadas y cabezonas, delgadas como alambres y con ojeras que definen su personalidad noctámbula. Son seres que están en contacto directo con los mitos terroríficos, y así la única imagen real que aparece en la película es la de Christopher Lee, con motivo de una emisión televisiva del «Drácula» de Terence Fisher. Entiendo que es una forma de hacer constar que el actor sigue vivo, mientras que las referencias a otros grandes del género cobran ya una dimensión de caricatura o guiño nostálgico. Para incorporar al profesor de ciencias Mr. Rzykruski toma prestada la cara de su idolatrado Vincent Price y le pone la voz de Martin Landau, quien hiciera de Bela Lugosi en «Ed Wood». De ahí que se esté diciendo, y con razón, que «Frankenweenie» es a la animación burtoniana lo que «Ed Wood» a su mundo con seres de carne y hueso.

Aunque se lleva mucho lo de cuestionar las decisiones artísticas de los cineastas, y rodar en blanco y negro es una las más discutidas, no cabe otra elección posible a la hora de recrear la estética de los clásicos de terror de la Universal o los del expresionismo alemán. El ejemplo más concreto que se me ocurre es el del peinado de la perrita que juega con el recosido, Sparky, inspirado en el que lucía Elsa Lanchester en «La novia de Frankenstein», y que sólo puede ser en esas dos tonalidades dominantes. Pero, yendo más lejos, también encuentra igual justificación el empleo de cámaras estereoscópicas para el 3D. Es el único modo de conseguir una profundidad y naturaleza corpórea para la puesta en escena con marionetas y miniaturas.

 

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