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Joxe Iriarte «Bikila», Julia Monge, Iñaki Martin eta Josu Perea Miembros de Gorripidea

Tiempos de esperanza (para la izquierda soberanista)

Incluso con un nuevo repunte de las luchas, no es previsible que se configure una izquierda transformadora con influencia de masas que, de una u otra forma, no tenga que ver también con lo electoral

Nuestra organización, Gorripidea, ha decidido pedir el voto para EH Bildu en las próximas elecciones al Parlamento vasco. Los firmantes de este escrito queremos argumentar, desde nuestro particular punto de vista, la razón de tal decisión.

Salvo en situaciones de cataclismo social (definidas como situaciones revolucionarias, en cuya vorágine las viejas instituciones se tambalean, a la vez que de las entrañas de la sociedad insurrecta surgen organismos de contraponer con aspiraciones de sustituir al poder existente), la lucha social, por potente que sea, necesita proyectarse en el terreno político institucional. Esta constatación no es ningún axioma o principio, pero está fundamentada en lo que está ocurriendo en los países más conflictivos de la Unión Europea.

Las huelgas generales obreras y ciudadanas de Grecia, Francia, Italia, Portugal, España y Euskal Herria, alguna de ellas con un grado impresionante de radicalización y enfrentamiento; las movilizaciones y luchas en defensa del medioambiente, contra los desahucios de viviendas; la súbita irrupción de las gentes hastiadas de la falta de democracia, ocupando el espacio público a la brava, como en el 15-M... todo ello ha removido el panorama político social. Sin embargo, en pocos casos han conseguido alcanzar plenamente sus objetivos, en parte por la fortaleza de la patronal, los gobiernos, etcétera. Pero también (salvando honorables excepciones), por la inconsistencia estratégica de las direcciones sindicales europeas y nacionales y la ausencia desde la izquierda de alternativas capaces de trasladar al plano político electoral lo que se demanda en las luchas.

Pensamos que, incluso, con un nuevo repunte de las luchas (sea en la versión 15-M o de las concentraciones ante las instituciones parlamentarias, tipo Atenas o Madrid, u otras formas que sin duda surgirán), que no es previsible que se configure una izquierda trasformadora con influencia de masas, que de una u otra forma,no tenga que ver también con lo electoral. Es más, paradojas de la desincronización de los tiempos políticos, el hecho de que el PP lograse su mayor éxito en plena efervescencia del 15-M demuestra que puede darse una polarización entre la calle y las urnas y salir ganando la derecha de esa situación, por falta de alternativas políticas de izquierda

Por el contrario, cuando en la calle y en las elecciones convergen vientos transformadores es cuando se vislumbra la posibilidad del cambio. El ejemplo de Zyriza es bastante esclarecedor. También está ocurriendo en Portugal, y tenemos la esperanza que tal cosa ocurra en Hego Euskal Herria, por lo menos a escala de la CAV.

En la presente crisis están confluyendo diversos tipos de crisis. De acumulación y sobreproducción, financiera, climática y medioambiental, de las formas tradicionales de dominación política (el impresionante grito: ¡no nos representáis! lo atestigua), y en lo que respecta el Estado español, añadiríamos una crisis del proyecto nacional español (el llamado Estado de las autonomías) tal como se diseñó durante la Transición.

Pero la crisis no repercute en todo y a todos de la misma forma. El capitalismo y sus instituciones están trasladando a la población sus fatales consecuencias, a pesar de que el origen de la misma está en la codicia, la especulación y la falta de control de las instituciones financieras, particularmente la banca. Además, esta produciendo una degradación creciente de las ya limitadas libertades democráticas, y una fuerte reducción la de la soberanía de las instituciones existentes (estatales, autonómicas y municipales), previamente debilitadas por la globalización y el modelo neoliberal imperante en las instituciones europeas. Todo ello agudizado por la forma tan brutal y salvaje con que el PP (con la complicidad de las instituciones de la CAV y Nafarroa) aplica los llamados recortes. Llegando, incluso, a aprovechar el estado de shock que tales medidas producen, para dar un fuerte impulso a la recentralización del Estado, apropiando competencias que jurídicamente e institucionalmente no le corresponden.

En este contexto, y a pesar de que desde el poder y desde los partidos que lo sostienen, nos están diciendo que no caben más alternativas que aguantar y sufrir hasta que consigan sacar adelante sus planes (y vuelta a lo mismo, un hipotética bonanza derivada de una explotación salvaje de una clase obrera sin apenas derechos, y una política hiperdesarrollista con desbastadores efectos sobre el medio ambiente y los finitos recursos energéticos), queremos afirmar que sí hay otra alternativa. Aquella que ya se está perfilando en las fábricas, calles y plazas públicas, exigiendo democracia real, otra forma de hacer política, otra forma de producir, de consumir, de relacionarse entre los géneros, de gestión racional de los intercambios entre la humanidad y la naturaleza. Exigiendo también otra forma de construir una paz basada en la justicia y la reparación de todas las víctimas, de poder autogobernado, en su doble sentido, nacional y societario. Esto es, constituidos en sociedad autogobernada capaz de funcionar como pueblo soberano, con capacidad para decidir libremente con quiénes queremos vivir, unirnos y en qué términos. Por ejemplo, en pie de igualdad con el resto de las naciones, en el marco de una Europa al servicio de los trabajadores y de los pueblos.

En las elecciones al Parlamento vasco que se celebrarán el próximo domingo, tenemos la esperanza de que EH Bildu logre unos resultados que supongan un paso importante en dicha dirección. Tal esperanza está basada, por una parte, en su capacidad para aglutinar en el terreno electoral a los sectores más importantes del soberanismo de izquierdas (debilitado tras años y años de divisiones) así como a la mayoría del voto de resistencia frente a los recortes, culturales y político-sociales. Y por otra parte, porque nos ofrece la posibilidad de poner fin al bipartidismo imperante o a la llamada alternancia entre opciones que apenas se diferencian entre sí. Esto es, versiones similares de la gestión del sistema imperante desde la Transición y, sobre todo, del actual descalabro capitalista. El balance de los dos últimos gobiernos, el del PNV y el del PSE, son la muestra más evidente de lo que afirmamos.

Y que, además de oponerse al pago de la deuda ilegítima y a las grandes infraestructuras, lleve adelante un proyecto de banca pública, con el cual poder financiar una contracción nacional acorde a las necesidades de la ciudadanía. 

Esta esperanza es extensible, también, al ámbito de la praxis política. EH-Bildu, por las fuerzas que agrupa, nos da la confianza de que se opondrá con eficacia al clientelismo imperante; a todo tipo de corruptelas; al autoritarismo institucional que ningunea a la ciu- dadanía; a la degradación de la palabra (hitza, hitz!, el lema de nuestros mayores) ante tanta promesa incumplida.

En suma, que pondrá los intereses de las clases y sectores populares que representa por encima los intereses propios, de legalidades e imposiciones de los poderes económicos y políticos, marchando a una con los sindicatos y los movimientos sociales combativos.

Por todo ello, nuestro voto de confianza para EH Bildu.

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