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Joxean Agirre | Sociólogo

La demoscopia marrullera

El autor aborda la evolución de la sociología electoral, «a mitad de camino entre la demoscopia fraudulenta y la cocina mediática». Parte de que las campañas son «cada vez más sosas», priorizan lo digital, llegan suave y nunca se salen del guión. Pero sostiene que «el mensaje y la fiabilidad» de los proyectos sigue siendo el arma principal para convencer a los no incondicionales. Se detiene en el análisis crítico del «desembarco de los científicos de lo social» con la demoscopia por bandera. Señala los pilares y los retos del escenario post-electoral y concluye mostrándose seguro de que «mañana estaremos mejor que hoy para conseguirlo».

Hoy, por fin, el recuento de votos dará y quitará razones. Tras dos largos meses de estrategia electoral, duelo de candidatos, lluvia de ideas en los gabinetes de comunicación de cada partido, la noche se cerrará con un torrente de valoraciones que, en primera instancia, de poco servirán. El análisis sosegado de los resultados, su evolución en cada circunscripción y marco territorial, y la estrategia a desarrollar para configurar mayorías de gobierno o planes de oposición, pesarán mucho más que la foto finish que ofrezca Idoia Mendia sobre las diez de la noche.

La campaña ha terminado y el domingo electoral no está habilitado para pedir el voto para mi candidata, de modo que me centraré en las semanas precedentes, sobre todo en la evolución de la sociología electoral por nuestros lares, a mitad de camino entre la demoscopia fraudulenta y la cocina mediática. Quiero empezar diciendo que las campañas y la transmisión de mensajes son cada vez más sosas.

Atrás quedaron los años en los que el cubo, la escoba y el cartel le daban vida y colorido a cualquier metro cuadrado de fachada disponible en nuestros pueblos y ciudades. Los productos de imprenta y el medio analógico agonizan, y pronto llegará el día en que la propia papeleta sea sustituida por un mensaje enviado desde nuestro Smartphone. Los mítines, por su forma y escenificación, cada vez tienen más de conferencia digital y menos de gradas en ebullición, y hasta la propaganda en sí es un soporte que apenas rebasa las fronteras de los buzones y de los paneles dispuestos a tal efecto. Por aparentar solidaridad con quienes no llegan a final de mes, este otoño hemos visto menos que nunca el rostro retocado de los cabezas de lista en farolas, cabinas y grandes vallas publicitarias. Quizás por la necesidad de mostrar movimiento, en cambio, Urkullu, López y Basagoiti han echado el resto en autobuses, metro y tranvía.

Pero poco más. Colores corporativos, escenografía cuidada hasta el extremo, spots sin alma, música de entrega de premios y cuñas radiofónicas grabadas por profesionales de la dicción y el doblaje cinematográfico. Los gurús de la comunicación coinciden al identificar las tres claves del éxito: priorizar lo digital, llegar suave y nunca salirse del guión. Con ello se busca la conexión con una juventud inaccesible a la antigua usanza, dar a entender que cualquiera puede votarte y, por último, apostar por la perfección frente a la robustez personal o colectiva.

En cualquier caso, el mensaje y la fiabilidad de los proyectos sigue siendo el arma principal para convencer a los no incondicionales, y en su expansión los medios de comunicación son la clave. Empezando por GARA y NAIZ, no hay diario, cadena radiofónica o televisión que no cuente con un espacio diferenciado para dar cuenta de la gran batalla de las ideas enlatadas o para que un puñado de columnistas escudriñen a diario las glorias y flaquezas de programas, propuestas y candidaturas. Elegimos periódico y canal esperando ver reforzadas nuestras convicciones, ahuyentadas nuestras dudas y respondidas nuestras preguntas. Y en ocasiones lo conseguimos, por más que algún articulista como Xabier Silveira, citado con la ficción en el Bule y en el Faisán, nos imagine como a una cuadrilla de futuras plañideras arrodilladas. En esta «fiesta de la democracia» del nuevo ciclo tenemos humor hasta para agradecer la prosa del bertsolari. ¡Qué sería de la campaña sin el «Korta verdadero» en el BEC, los sketchs de «Vaya semanita» o el hip-hop provocador del de Lesaka!

Es bueno tenerlo claro, sea por la vía de la seriedad y el rigor, o riéndote de las ocurrencias de quienes te caricaturizan o insultan al gusto Basagoiti. Y llegados a este punto, cuando los opinadores de brocha gorda o de fina ironía no han hecho demasiada mella en tu determinación de votar a tal o cual, acostumbran a desembarcar los científicos de lo social con la demoscopia por bandera. Esta ciencia, que en su etimología combina las palabras «democracia» y «periscopio», estudia y anticipa, mediante encuestas, lo previsible y regular del comportamiento humano. Método inseparable de la sociología moderna, los sondeos encargados a empresas privadas del ramo tienen de todo menos de científico. Siempre buscan incidir sobre las bonanzas del agente político, social o institucional que los encarga y paga, ofreciendo una legitimación a la medida del mismo, sea la gestión de un gobierno, la imagen pública de una organización o la conveniencia de votar al partido de turno.

Pero quienes emplean los medios públicos para apuntalar los intereses privados no tienen empacho en servirse del dinero de todos para alimentar un determinado clima de opinión y de predisposición al voto. Es la historia del CIS o del Euskobarómetro, por citar dos de los gabinetes públicos que pagamos a escote. En las tres largas décadas transcurridas desde que las empresas de sondeos e investigación sociológica ligaran su viabilidad a la suerte de algún partido político, los informes socio-estadísticos que divulgan han ido perdiendo credibilidad e integrándose como elementos de campaña. Antes que repartir rosas, caramelos o bolígrafos con el logo serigrafiado, es preferible encargar una encuesta.

Hasta aquí todo normal en el reino de la ficción democrática. Lo que pasa de castaño oscuro es que uno de sus principales guionistas, el catedrático de Ciencia Política y cocinero demoscópico de la EHU-UPV Paco Llera, se permita enmendar la plana y dar lecciones democráticas a los lectores y editores de GARA con una introducción a sus reflexiones dictada por él mismo. Consciente de que no pasa de ser el marru (grito) postrero de un prejubilado, es conveniente recordar que el hasta hoy Director del Euskobarómetro se fogueó en política y en la ejecutiva del PSE-EE vizcaíno con personajes de la talla de Ricardo García Damborenea o Julián Sancristobal, ambos condenados por su implicación en los GAL. Pese a ello reprocha a otros la crisis de confianza que arrastran las instituciones y se erige en adalid de la pluralidad y de un futuro a construir entre todos. ¡A un pollo como éste habría que hacerle sitio en las aventuras de TxikEHn Bildu!

Esta tarde-noche las especulaciones se verán desbordadas por la realidad, y entonces comenzará nuestro verdadero ejercicio demoscópico: analizando la realidad expresada en las urnas, conectar con la voluntad que se derive de las mismas y garantizar que el cambio que propugnamos tenga raíz y cauce popular. A partir del lunes se abre un largo período sin cita con las urnas, de modo que nuestro proyecto tiene que materializarse y encontrar recorrido en las instituciones, en las luchas cotidianas y en la construcción de una estrategia combinada de alianzas y de iniciativa política. La autogestión impulsada desde los movimientos sociales, las instituciones en las que el soberanismo político articule mayorías en torno al cambio, y una agenda acordada con la mayoría sindical vasca son los tres pilares de un nuevo tiempo. Los retos para el mismo, cuatro: superación del conflicto y de sus consecuencias, acuerdo amplio en torno al derecho a decidir, salto en los niveles de organización (Sortu) y definición de una nueva estrategia que desborde los límites del sistema agrupando sectores cada vez más amplios. Mañana estaremos mejor que hoy para conseguirlo.

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