La política exterior acaparó la atención del tercer y último debate entre el candidato demócrata, Barack Obama, y el republicano, Mitt Romney, a la presidencia de Estados Unidos. A menudo se recurre a la considerable y preocupante influencia del Tea Party en el partido republicano para señalar la diferencia entre este y el demócrata; sin embargo, es bien conocida la política exterior llevada a cabo por Obama en su mandato. Al margen de la superioridad dialéctica de uno u otro candidato, de las sensaciones que en el electorado estadounidense hayan dejado, y por encima de la percepción que del debate hayan tenido los observadores de todo el mundo, hay una constatación que ninguna retórica puede siquiera maquillar, y es la semejanza entre las actitudes de Obama y las de Romney de cara al escenario internacional. Este último echó en cara a su rival la intención de llevar a cabo recortes en Defensa, a lo que el actual presidente respondió alardeando de gastar en esa materia más que los diez siguientes países que más gastan juntos. Son conocidas las proclamas belicistas del candidato republicano, pero también lo son las políticas de Obama, y significativa la pugna entre ambos por aparecer en el debate como el más beligerante ante Irán y por dejar más claro su apoyo incondicional a Israel; y, en general, su vocación de continuar con la dinámica, la tradición, imperialista de ese país.