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«La pequeña Venecia» o la inmigración en el viejo continente

M. I. | DONOSTIA

Lo mejor del cine italiano actual proviene del documental, y no es de extrañar que el debutante en la ficción Andrea Segre se haya formado en dicho género, en vista de la lección de cine que brinda con su poética ópera prima de trasfondo realista.

«Io sono Li» le valió a la china Tao Zhao, habitual del cine de Jia Zhang-ke, el Premio David di Donatello a la Mejor Actriz del pasado año. Interpreta a una inmigrante endeudada con las mafias, y que, tras pasar por un taller textil de Roma, acaba en la barra de una taberna de Chioggia, pueblo costero de Venecia. Allí conoce a un pescador de orígen balcánico, aficionado a la poesía, con el que inicia una relación muy especial que no es entendida ni aceptada por la poablación local. El papel es asumido por el conocido actor serbocoatra Rade Serbedzija.

Segre ofrece una lectura del fenómeno de la inmigración en clave intimista, utilizando el ambiente envejecido y terminal veneciano para describir un mundo que va desapareciendo y donde lo exótico no encaja.

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