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Joxean Fernández Euskadiko Filmategia-Filmoteca Vasca

Patrimonio audiovisual: arte, identidad e historia

El acreditado talento de nuestros cineastas en las últimas décadas, la importancia de todo ello para nuestra identidad e historia merecen aún mayores compromisos Invertir en cultura no tiene nada que ver con lanzar dinero público por un sumidero; más bien al contrario, es apostar por un tipo de sociedad que no sólo puede recuperar lo invertido, sino que mejora en el trance

La Unesco aprobó en 2005 la conmemoración de un Día Mundial del Patrimonio Audiovisual como mecanismo para concienciar sobre la necesidad de tomar medidas urgentes y reconocer la importancia de los documentos audiovisuales como parte integrante de las distintas identidades nacionales. Desde entonces, como hicimos el pasado 27 de octubre, a modo de recordatorio, es oportuno reivindicar de nuevo la trascendencia de los objetivos que persigue todo archivo fílmico y/o audiovisual: investigación, recuperación, archivo, conservación, restauración y exhibición. La extraordinaria fragilidad y triste evanescencia consustanciales a los distintos soportes del patrimonio cinematográfico han sido históricamente algunas de las grandes preocupaciones para la preservación, y éstas no disminuyen en la actual era digital. Por si ello fuera poco, la actual crisis añade un elemento más de inquietud ante la escasez de recursos públicos para algunas altas misiones entre las que está la cultura.

La Filmoteca Vasca tuvo el mérito de ser pionera entre las llamadas autonómicas allá por 1978 y se ha de agradecer siempre el esfuerzo de quienes se lanzaron a dar un decidido paso al frente en un contexto histórico agitado. No obstante, la persistente precariedad en los medios y la imposibilidad hasta hoy de consolidar una sede a la altura de nuestra cinematografía han generado algunas carencias, entre las que destaca la ausencia de una programación estable. El proyecto de instalar la nueva sede de la Filmoteca Vasca en Tabakalera, necesario centro de cultura contemporánea con un importante eje en lo audiovisual (tanto desde el punto de vista de la creación, como el de su conservación y exhibición), habrá de venir a solucionar en 2015 no pocos de nuestros males: nos proporcionará unidad de archivo, instalaciones apropiadas en todos los ámbitos y sala de exhibición para, al fin, programar semanalmente. El camino hasta entonces tiene que convertirnos en una institución cada vez más importante en el País Vasco e internacionalmente, pues nuestro tamaño sigue siendo muy pequeño con respecto al de otras filmotecas del entorno: la de Catalunya, por ejemplo, con flamante nueva sede en Barcelona, multiplica nuestro presupuesto ordinario casi por diez. El acreditado talento de nuestros cineastas en las últimas décadas, el valor artístico de sus trabajos, la importancia de todo ello para nuestra identidad e historia merecen aún mayores compromisos.

En 1998, Peio Aldazabal (uno de los fundadores y director a la sazón de la Filmoteca Vasca) reivindicaba una vez más en un artículo la vocación pública de la institución y constataba que ya todas las filmotecas del Estado nacidas posteriormente tenían mayores recursos... Han pasado casi tres lustros desde entonces y la realidad es que seguimos siendo una de las más humildes, por lo que el desfase entre lo que somos y lo que deberíamos ser es todavía enorme. Vamos sin embargo a perseverar en el camino emprendido: a la muy notable colección de publicaciones existente hemos añadido últimamente otras que han venido por primera vez acompañadas de retrospectivas o ciclos («Álex de la Iglesia», «Ana Díez», «Cine y Guerra Civil en el País Vasco») realizados con imprescindibles colaboraciones con otras instituciones (AlhóndigaBilbao, Donostia Kultura, Caja Vital Kutxa, Cines Florida-Guridi, Cinéma L'Atalante de Baiona).

Los retos que nos esperan con el desembarco en Tabakalera y la era digital en su máximo apogeo exigen romper el círculo vicioso de las estrecheces. Invertir en cultura no tiene nada que ver con lanzar dinero público por un sumidero; más bien al contrario, es apostar por un tipo de sociedad que no sólo puede recuperar lo invertido (véase el notable ejemplo del Zinemaldi 2012), sino que mejora en el trance. Hacia un sumidero de ignorancia va la sociedad que no adquiere conciencia de ello.

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