Nombrado ayer arzobispo de Canterbury, el obispo de Durham, Justin Welby, es un antigo ejecutivo de la industria petrolera, implicado en temas de ética financiera y defensor de una línea moderada en los espinosos temas sociales que dividen a la Iglesia anglicana.

Casado y padre de cinco hijos, este hombre delgado de 56 años era mucho menos mediático que otros candidatos a primado, y lleva apenas un año como obispo. Será el 105 arzobispo de Canterbury y líder religioso de 77 millones de anglicanos en el mundo.

Justin Welby pertenece al ala conservadora de la cúpula anglicana, aunque parezca moderado, y se opone a los matrimonios entre personas del mismo sexo, al tiempo que se declara favorable a la ordenación de mujeres obispo. Además, está comprometido con el diálogo con la Iglesia católica.

Sustituye en el cargo, que asumirá en enero, a Rowan Williams, del ala más liberal de esta Iglesia, que será el nuevo rector del prestigioso Magdalene College de la Universidad de Cambridge.

Como señala el protocolo, el Gobierno británico anunció ayer el nombre del nuevo arzobispo de Canterbury después de la aprobación de la reina de Inglaterra, gobernadora suprema de la Iglesia anglicana. El premier, David Cameron, debía aceptar a uno de los dos candidatos que le recomendó una comisión integrada por 16 obispos y laicos.

Este londinense, cuya madre fue secretaria personal de Winston Churchill y cuyo padre comerciaba alcohol en EEUU durante la prohibición, estudió en el elitista Eton College y luego en la Universidad de Cambridge, donde se licenció en Derecho e Historia.

Trabajó luego durante 11 años para empresas petroleras, cinco de ellos en París. A su regreso a Londres, fue director financiero de Entreprise Oil, pero su vida cambió radicalmente en 1987, cuando, según relata, estando en una iglesia sintió «una llamada ineludible» de Dios, y decidió dedicarse a la vida eclesiástica.

En 1992, fue ordenado diácono después de unos estudios de teología en los que escribió una memoria titulada «¿Pueden pecar las empresas?».

Su recorrido hizo de él una autoridad en materia de ética en el mundo de los negocios y fue nombrado miembro de la comisión parlamentaria encargada de investigar el reciente escándalo sobre la manipulación de la tasa interbancaria Líbor.

El obispo, convertido ahora en líder espiritual de 77 millones de anglicanos en todo el mundo, no duda en criticar los excesos del mundo capitalista y en mostrar su respaldo a los más desfavorecidos. «La Iglesia y su clero deben asegurar que están del lado de los pobres. Tenemos que hablar del bien común», señaló en 2011.