Víctor Erice, Pedro Costa, Aki Kaurismaki y Manoel de Oliveira ponen su foco en Guimaraes
De la soledad y de la que los cineastas están condenados a sufrir habló el cineasta Víctor Erice tal como dijo ayer en la presentación del documental «Centro Histórico» en el Festival de Cine de Roma.
GARA | ROMA
En la rueda de prensa, el director bizkaitarra (Karrantza, 1940) presentó su parte del documental colectivo, que está ambientado en la ciudad portuguesa de Guimaraes, actual Capital Europea de la Cultura y uno de los ejes temáticos en torno al cual giran algunas de las producciones presentadas en la VII edición de este festival italiano.
En «Vidrios partidos» Erice homenajea a los trabajadores de la que fuera -según sus propias palabras- la fábrica «buque insignia» de la industria textil portuguesa, un gran edificio industrial a las afueras de Guimaraes que se ha ido deteriorando con los años y en cuya decadencia el visitante puede imaginar aún los vestigios de un pasado glorioso.
Según comentó, la idea surgió a partir de una foto que encontró en el antiguo comedor de la fábrica y que le motivó a entrevistar a sus antiguos trabajadores para recrear la historia del lugar, hoy en ruinas.
«No he querido hacer una película sobre ellos, sino una película con ellos», añadió Erice, que explicó que había ensayado con los antiguos trabajadores el texto de su corto que «en la mayoría de los casos representaba un fragmento de sus vidas». Además, el autor de joyas como «El sol del membrillo» o «El espíritu de la colmena» afirmó que no diferencia «sustancialmente» el documental de la ficción, aunque sí la establece entre el reportaje y el documental y parafraseó a otro de los autores de «Centro histórico», Manuel de Oliveira, al decir que «el cine es un fantasma de la realidad».
El portugués Pedro Costa (Lisboa, 1959) ha rodado «Sweet Exorcist», una historia ambientada en un ascensor en la que un hombre mantiene un monólogo existencial ante la presencia de un soldado inmóvil, mientras que el finlandés Aki Kaurismaki (Orimattila, Finlandia, 1957) ubica en Guimaraes a un hombre solitario en «El tabernero», la historia de un camarero que ve pasar a los turistas de largo de su restaurante e intenta comprender por qué no funciona su vida. La última historia es del centenario director portugués Manoel de Oliveira («El conquistador conquistado»), una de las referencias indiscutibles del cine luso, que no pudo estar presente en el acto.