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Josu MONTERO Escritor y crítico

De rerum natura

Cincuenta Años antes de Cristo, Tito Lucrecio Caro publicaba en Roma el mayor poema filosófico-didáctico de la Antigüedad: «De rerum natura» («Acerca de la naturaleza de las cosas»). Apenas existen datos de la vida de Lucrecio, más allá de su pertenencia a la escuela epicúrea y de su vinculación al mecenas Memmio, protector asimismo de Catulo. Cuando aún la filosofía y la poesía no habían sido separadas, Lucrecio creó este bellísimo poema de 7.400 hexámetros en seis libros, colocando así la piedra angular del pensamiento materialista. Canta en él la naturaleza de un mundo compuesto por átomos en perpetuo movimiento, donde todo es mudable; celebrando la potencialidad transformadora inmanente al mundo, niega intervención divina alguna y nos advierte de las interesadas explicaciones trascendentes de los sacerdotes, que no persiguen sino explotar el miedo. La naturaleza no existe en función del hombre, sino que todo lo existente participa de un mismo destino. La vida carece de finalidad, el azar nos ha puesto aquí, y abandonar la esperanza en un más allá puede tener poder liberador para el ser humano. Materialista, ecologista y existencialista pues avant la lettre.

La hostilidad hacia un pensamiento tan socialmente peligroso no hizo sino crecer tanto en Roma como con el cristianismo. Los siglos sepultaron la obra, hasta que, en 1417, el florentino Poggio Braciolini la encontró y rescató en una abadía alemana. Stephen Greemblat nos cuenta en «El giro» (Crítica) esa odisea de monjes amanuenses y del tesón de Poggio y de la enorme influencia posterior del libro; y nos acerca al disolvente contenido de «De rerum natura», el extenso poema que Lucrecio abre invocando a la diosa del amor, «engendradora de vida».

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