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Crónica | Protestas en el Cairo

Las tiendas de campaña regresan a Tahrir tras el decreto de Morsi

Tahrir volvió a convertirse ayer en el epicentro de la protesta egipcia. Decenas de miles de personas participaron en la marcha contra el decreto aprobado por Mohammed Morsi y amenazan con permanecer allí hasta que el presidente egipcio dé marcha atrás. Las tiendas de campaña, símbolo de la lucha contra hosni mubarak, regresan a El Cairo.

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Alberto PRADILLA EL CAIRO

«Shaab goreed eskat al-nizan (el pueblo quiere que el régimen caiga)», volvió a retumbar ayer en la plaza Tahrir, en El Cairo. El mismo lema que ya se coreaba contra Hosni Mubarak se convirtió ayer en la principal consigna para las decenas de miles de personas que colapsaron el centro de la capital egipcia. La protesta, convocada tras la aprobación del decreto constitucional que incrementa los poderes del presidente, Mohammed Morsi, constituye la primera gran exhibición de músculo para una heterogénea oposición a la que solo une su laicismo. O, para ser más precisos, su recelo hacia los Hermanos Musulmanes. La marcha, casi por costumbre, se había bautizado «del millón». Aunque las cifras son lo de menos. Lo relevante para los manifestantes era marcar terreno frente a la Hermandad, que domina la vida política tras imponerse en las elecciones presidenciales y parlamentarias.

«Si Morsi da marcha atrás la mitad de estas personas se marchará. Aunque no todos». Bahaa Anwar, abogado, trataba de adivinar los próximos pasos pasadas las 17.00 horas (16.00 horas en Euskal Herria). Para entonces, con Tahrir ya casi a reventar, los opositores sacaban pecho. «Estaremos aquí hasta que se vaya o retire su decreto. No hay otra opción». El letrado insistía: los laicos no han olvidado el camino hacia la plaza. Aunque no se atrevía a precisar cómo puede terminar el pulso.

jueces y abogados en huelga

Las protestas se iniciaron el viernes, justo después de aprobarse el decreto que, según promete, mantendrá solo de forma temporal. Ya entonces se reprodujeron algunos enfrentamientos con la Policía y aparecieron las primeras tiendas de campaña. Aunque ayer era el día clave, con varias marchas convocadas que confluían en una plaza Tahrir nuevamente en ebullición. Para el mediodía, las lonas fijadas con cuerdas y traviesas de madera, que se acomodaban desordenadamente en reducidos espacios del centro de la rotonda, se habían convertido en símbolo de obstinación. De promesa de no moverse.

Lo resumía Mohammed Ibrahim, también letrado y originario de Alejandría. «No me marcho hasta que no rectifique». Solo 24 horas antes había cogido sus bártulos y se había plantado en la plaza. «Aunque sea el presidente, tiene que respetar la ley», insistía. Jueces y abogados son uno de los principales arietes contra Morsi. Se han declarado en huelga y ayer desfilaban, todos con traje impoluto, bajo una enorme bandera egipcia.

Un muerto por asfixia

Desde las 15.00 horas, las inmediaciones de Tahrir ya estaban impracticables. Las pequeñas marchas espontáneas y los mítines improvisados habían dejado paso a una gran masa desordenada. La tónica general: marcha pacífica. Aunque también algunos enfrentamientos. En la plaza Simón Bolívar y en la calle Mohammed Mahmud, ambas adyacentes al centro de la protesta, las pequeñas carreras y el olor a gas dejaban claro dónde comenzaba el terreno para el lanzamiento de piedras. La mayoría de participantes, muy jóvenes, se cubría el rostro con mascarillas médicas (que se venden a una libra egipcia, algo más de diez céntimos de euro). Ello no evitó que falleciese un hombre de 52 años asfixiado por el humo. Es la cuarta víctima de la revuelta.

A diez metros, sin embargo, los disturbios eran imperceptibles. El miedo, 12 horas antes, era la posibilidad de que los Hermanos Musulmanes se manifestasen en las inmediaciones y se produjese un incontrolable «cara a cara». Finalmente, estos optaron por desconvocar. Así que Tahrir, otra vez vetada al caótico tráfico, concentraba una amalgama que se reivindicaba como punto y seguido de las revueltas de 2011. Todos se definían «a título individual», aunque eran muchos los seguidores del excandidato Mohamed Al Baradei. Establecer una continuidad entre Morsi y Mubarak era también recurrente.

«Nada ha cambiado, solo que llevan barba», aseguraba una joven. Sentada, junto a tres amigos, debatía sobre los próximos movimientos. «Hay que pensar en una escalada», era la opinión compartida. Hoy, muchos seguirán acampados, aunque esperan menos gente. Todo, hasta que el presidente fije posición.

 

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