Nostálgicos, conversos y conspiranoicos
Dabid LAZKANOITURBURU | Periodista
Fbrero de 2011 pasará a la historia como el del inicio de las revueltas árabes. Tras el triunfo un mes antes del levantamiento contra el tunecino Ben Ali, el 11 de febrero el räis egipcio Hosni Mubarak era introducido en un avión con destino al desierto del Sinaí y, en el lapso de una semana escasa, estallaban manifestaciones en todo el mundo árabe, desde Marruecos hasta Irak pasando por Bahrein.
Dos años después, asistimos a un repunte de las protestas y a escenarios de grave crisis política en los países en los que los viejos regímenes fueron derrocados y de guerra abierta y cada vez más sectaria, en Siria.
Hasta ahí los hechos. En cuanto a las interpretaciones, está la de los conspiranoicos, que ven una mano negra en la simultaneidad de las revueltas. Además de una propensión a cierta enfermedad mental, denotan un desprecio -o desconocimiento, que suele ser su antesala- total hacia el pueblo árabe.
Luego está, claro, la de los que, a la luz de los resultados de un proceso inacabado, sostienen que «para este viaje...». Claro, era muchísimo mejor que los árabes siguieran sometidos. Mubarak y Ben Ali en el mismo paquete que los «revolucionarios» Gadafi y al-Assad. Y el rey de Bahrein y el emir de Kuwait de propina. «Es vuestro destino», que diría el profeta.
Y, como colofón, los hay que ponen en la balanza las decenas de miles de muertos en estas revueltas para condenarlas. Además de conversos de las revoluciones no violentas (uno creía que eran términos contrapuestos), han descubierto que los rebelados son responsables en su caso no solo de sus propias acciones violentas sino hasta de su muerte a manos del régimen de turno. No haberos levantado, ingratos.