Fede de los Ríos
Todo lo sólido se desvanece en el aire
Mientras allá por los montes Urales el personal (¿los uralitos?) anda con la cabeza gacha por la caída de meteoritos (pedruscos con mala idea que se precipitan desde el espacio exterior) que ya avisaran los mayas; por acá de los Pirineos, en el territorio que algunos siguen empeñados en llamar España, el andar cabizbajo de sus habitantes obedece a causas diferentes. El suelo donde apoyarse se ha resquebrajado. Los puntos de apoyo tenidos como ciertos se han manifestado falsos. Otra vez a la búsqueda, como Arquímedes.
La llamada realidad social, las instituciones que la configuran, ha resultado ser pura filfa.
Los empresarios, esos seres bienhechores creadores de puestos de trabajo, unos mangantes que, no contentos con el robo legalizado de la plusvalía arrancada en cada salario, evaden impuestos y esquilman la Hacien- da pública sin mesura.
Los banqueros, unos estafadores que habiendo jugado con dinero ajeno y fracasado, vuelven a recuperar lo perdido a costa de todos nosotros para hacer lo mismo en un futuro. Cuando hace unos años una visita te preguntaba ¿el piso es tuyo? La contestación era un recurrente «de momento es del banco, ya sabes, la hipoteca». Nadie podía sospechar la cantidad de verdad que escondía la manida frase. Sin la casa y una deuda de por vida.
Las voluntades de los políticos, compradas por los anteriores oligarcas. Desviando dinero obtenido por concesiones de obra pública, amén de unos sueldos públicos vergonzantes.
La institución de la Corona, papá Borbón, la griega mamá, príncipe, infantas y consortes, modelo de familia católica, donde la sinceridad, la fidelidad y la honestidad reinan de suyo; ejemplo de vida para todos sus gobernados, así lo han venido relatando los periodistas españoles desde que Franco designara su sucesor no han resultado tan sagrados, puro teatro.
El deporte, «orandum est ut sit mens sana in corpore sano» (oremos a los dioses que nos concedan una mente sana en un cuerpo sano) que decían los anti- guos. Con relación a la mente, ya advertimos que los dioses no estaban por la labor a tenor de declaraciones de las «estrellas» deportivas. Al desarrollo muscular no parece acompañarle necesariamente un desarrollo intelectual. Y, ultimamente, nos enteramos que el cuerpo del deportista tampoco es un don divino sino de una tal EPO. Los deportistas, ejemplo de sacrificio y superación para nuestros jóvenes, han resultado unos yonkis. La famosa tríada «citius, altius, fortius» (más rápido, más alto, más fuerte), que decía el barón de Coubertin, se podía simplificar en un «más EPO, enróllate colega».
Entre los pastores de almas aparecieron contrabandistas de perversos deseos hacia impúberes que la curia romana intentó ocultar; la lucha entre las diferentes sectas que componen la iglesia católica, la corrupción en las cuentas... Tal es así que Ratzinger, representante de Dios en la Tierra, se ha dao el dos.
¿Será hora de ir pensando en construir otra forma de vida? A merced de meteoritos sí, pero sin parásitos.