Raimundo Fitero
Grándola
Retomar la canción de José Afonso, que fue la consigna radiofónica para que se pusiera en marcha la llamada Revolución de los claveles, en la que algunos miembros del ejército portugués, se rebelaron contra el régimen dictatorial imperante, no parece una exageración. La situación en términos sociológicos, económicos y políticos es similar. Existe un poder único, un monstruo de mil cabezas, el Capital, la Banca, con sus cómplices los políticos, y el pueblo debe reaccionar. Con sus himnos que convocan voluntades, con sus herramientas, juntando todas las fuerzas de la parte de al sociedad que esté de acuerdo en cambiar la actual situación. Sabiendo que la violencia y las armas están de un lado, como antes.
Pocas acciones pueden tener más fuerza simbólica, se pueden convertir en un mensaje más nítido, que la emprendida por esos ciudadanos portugueses, cantando a la cara del presidente actual ese himno, que escuchado allí, debe sentar a los políticos melifluos, a los cómplices, como una de las mayores acusaciones posibles. Les señala, como se señalaba a los salazaristas en el año 1974. A partir de que suene esta canción-himno en las calles, empezarán a cambiar las cosas. Siempre nos queda Portugal. Y esta vez nos sirve de referencia. Los que vivimos aquellos años sabemos lo que significa este albadonazo de concienciación y de esperanza. Y todo se contagia.