ARCO afronta su recta final en medio de un clima de escepticismo
Con una reducción notable del número de galerías presentes, una asistencia de visitantes más bien tibia y unas cifras de ventas por debajo de otras ediciones (lo que no por esperado deja de ser llamativo), ARCO 2013 encara su última jornada entre las dudas que genera el Estado español como mercado de futuro para el arte. La cosa no está para celebraciones y lo austero gana la partida a lo lúdico también en las obras expuestas.
Jaime IGLESIAS | MADRID
A falta de datos oficiales -desde la organización nos comentan que esperarán a última hora para emitir un comunicado sobre el impacto que ha tenido este año la Feria-, el sentir general es que la edición de este año ha sido una de las más flojas que se recuerdan. La gran cita del arte contemporáneo cerrará hoy sus puertas en los recintos de la Feria de Madrid imbuida de ese mismo espíritu de resignación e incertidumbre que flota en ciertos ambientes según se ha ido asumiendo que esto de la crisis lejos de ser un fenómeno pasajero, con fecha de caducidad más o menos próxima, parece exigir un cambio de paradigma.
Ayer sábado, día históricamente fuerte para la recepción de visitantes y aficionados al arte, pasadas las dos primeras jornadas consagradas a los profesionales del sector, la respuesta del público fue más bien tibia. Ni rastro de las aglomeraciones y de las colas de acceso que se han podido ver aquí otros años. Más curioso que interesado, este público generalista se volcó sobre los stands de las galerías con más nombre, aquellas que representan un valor seguro como Malborough o Lelong.
Ese mismo carácter austero y hasta cierto punto neutro parece haber contagiado a la mayoría de artistas que este año exponen sus obras en ARCO. Como si la actual coyuntura social y económica lejos de inspirar a los creadores les sobrepasase, asumiendo la imposibilidad de cuestionar a través del arte una realidad que, en su carácter devastador, deja poco espacio a la interpretación. De ahí que en esta edición se haya echado en falta esa obra de la que todo el mundo habla atendiendo a su naturaleza provocadora porque para escandalizar hace falta una cierta predisposición al hedonismo, al puro placer, que, estando las cosas como están, escasea.
Por el contrario se vieron mensajes rotundos como el «Porca miseria» que destilaba un neón blanco del austriaco Rainer Ganahl o el «Ya basta hijos de puta» que daba nombre a la instalación de la mexicana Teresa Margolles expuesta en el stand de la galería Mort Charpentier. Los ecos de la crisis también fueron invocados explícitamente por el madrileño Santiago Sierra en su instalación «Pigs devouring the Hellenic, Iberic and Italic Peninsulas». Sierra, que en 2010 fue noticia por rechazar el Premio Nacional de Artes Plásticas criticando duramente al Estado, muestra en esta ocasión a una piara de cerdos engullendo el contorno geográfico de los países del sur de Europa, los históricamente denominados PIGS. En el extremo opuesto está el caso de Islandia cuyo ejemplo ha inspirado al danés Olafur Eliasson la obra «Emerging Reykjavik of Hafnarfjörd».
A la hora de apostar por un arte contestatario el francés Yann Leto expuso en la galería murciana T20, «Farmacy Laws»: una esvástica a modo de neón verde de botica con la que el autor quiere denunciar los manejos de la industria farmacéutica. Y si expectación despertó esta obra, no fue menor el eco de «Trama» un espectacular lienzo elaborado por el portugués Nuno Nunes Ferreira que reúne recortes de prensa, libros de familia y fotografías diversas en una denuncia sobre el robo de bebés durante el franquismo.
Frente a la inmediatez de estos trabajos, se erige el valor perenne de los grandes nombres del arte contemporáneo. Algunos ya desaparecidos (como Tápies, Chillida, Saura o Bacon) siguen centrando el interés de los coleccionistas y, como tal, encontrando sitio en la Feria al lado de otros pesos pesados que se mantienen en activo como Eduardo Arroyo, Fernando Botero, Manolo Valdés, Esther Ferrer o, de generaciones posteriores, Cristina Iglesias, Darío Urzay y Antonio De Felipe.
Nuevos talentos
Aunque la mirada de los buenos coleccionistas suele quedar dirigida hacia los artistas emergentes. La búsqueda de nuevos talentos, de autores en fase de consolidación, es uno de los pasatiempos favoritos de quienes visitan la Feria. Los distintos premios que van otorgándose durante estos días, pródigos en la celebración de foros y encuentros profesionales, son un buen baremo para evaluar aquellos nombres que están llamados a ejercer su influencia en el arte contemporáneo de los próximos años. En este sentido Euskadi puede presumir de tener una de las mejores camadas de artistas. Baste el ejemplo de Asier Mendizabal, quien por el grabado titulado «Rotation» y la escultura «Sin título», obtuvo el viernes el Premio Arco Comunidad de Madrid para Jóvenes Artistas.
La ciudad fue protagonista en la Feria con la presentación del proyecto «Bilbao Art District»: un área urbana consagrada al arte ubicada entre el Museo Marítimo, Jardines de Albia, Colón de Larreategui y el Paseo Abandoibarra.
El proyecto «Arules» de Juan Luis Moraza (Vitoria, 1960) ha sido el elegido para exponerse en la sala VIP de la ARCO tras haber resultado ganador el pasado noviembre del Premio Audermars Piguet a la producción de una obra de arte.
El país euroasiático ha sido el invitado a esta edición de ARCO. Diez galerías de Estambul se han encargado de difundir la creatividad de los jóvenes artistas turcos a través de una muestra comisionada por Vasif Kortun.