Mikel INSAUSTI

Los Wachowski piensan en grande, pero también lo hacía Kubrick y se ganó un culto cinéfilo a prueba de bombas. Megalómanos o no, lo cierto es que son unos visionarios que siempre han ido por delante de su tiempo. ¿Por qué una película tan grande como «Cloud Atlas» se ha quedado sin nominaciones a los Oscar? Me temo que la explicación pasa por el poco interés que la Warner ha puesto en esta rareza que ha costado más de cien millones de dólares, porque no se entiende que ni siquiera opte en las categorías técnicas, sobre todo en la de maquillaje. Visto de un modo más futurista, no faltan los que consideran que es una obra de tal complejidad que necesita muchos años para ser asimilada. Según esta teoría habría sido hecha para generaciones venideras, como pasó con «Metrópolis» de Fritz Lang.

Mi percepción de la evolución de las cosas debe estar muy comprimida, porque ese proceso de asimilación que se prevee tan dilatado lo he experimentado en las tres horas que dura la película. Al principio me costaba entrar en lo que es un nuevo sistema narrativo, pero hacia la mitad del metraje ya me sentía familiarizado con él, disfrutando de lo lindo con la parte final. También ayuda el conocimiento previo de la trilogía «Matrix», donde Lana y Andy ya trabajaban sobre la matriz del eterno retorno, lo que les lleva a aplicar la física cuántica a una filosofía que mezcla el individualismo de Nietzsche con un mensaje libertario y redencionista.

Ahora han necesitado la ayuda de su colega alemán Tom Tykwer para conseguir poner en práctica su revolucionario método de «historia de historias», siendo capaces de simultanear seis relatos en épocas y lugares diferentes como si fueran uno solo. Y lo hacen posible desde la más absoluta libertad mental, en cuanto que los intérpretes no están atados a un personaje y pueden transformarse en muchos otros sin limitaciones de sexo, raza o idioma. De esta manera todo queda interconectado, formando parte de una misma esencia humana.