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Josu MONTERO Escritor y crítico

Herir

La dramaturga Angélica Lidell no hace para nada honor a su nombre. Ella misma se quiere reconocer como mala persona, y confiesa no tener intención alguna de virtud ni de perfección moral: «Todos tenemos en el interior unos deseos oscuros y atroces; si quieres hablar del alma humana, no se puede hacer desde la corrección, sino desde la libertad». Para ella el teatro es un momento de sufrimiento, un dolor compartido; y no pretende sino entablar una relación hiriente con el espectador, que éste se sienta aludido y no pueda eludir su responsabilidad. Es necesario que a través de su inmediatez el teatro nos hiera.

Por eso su teatro es torrencial, exasperado, apabullante; es el suyo un teatro de la crueldad. A pesar de su apariencia frágil, esta mujer es una auténtica bestia escénica; su teatro es el ritual del cuerpo doliente. Le fascina la paradoja del arte: partes del horror, la rabia, el desgarro, el odio...pero si no es a través de la belleza esta verdad no se puede comprender: «Por muy espantosa que sea la realidad de la que estás hablando, el resultado es inevitablemente hermoso». Frente a la dictadura del integrismo optimista, defiende que el pensamiento y la crítica pertenecen al pesimismo. Ignorada outsider del circuito alternativo hasta hace dos días, primero fue un exitoso encargo para el CDN, y luego el Festival de Avignon y su consagración como ascendente estrella del teatro de vanguardia europeo, y premios y reconocimientos. Ojalá todo esto no consiga disecar para el Mausoleo de los Ilustres un teatro tan radical, perturbador y necesario. Hace poco recibió el Premio Nacional de Literatura Dramática por «La casa de la fuerza». Pero la editorial que más apostó por ella es la bilbaína ArtezBlai, en cuyo valioso y valeroso catálogo figuran cuatro libros de la dramaturga.

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