Relatos de una ciudad que se convirtió en ave fénix tras 1813
Se cumplen 200 años del gran incendio que destruyó la vieja ciudad de Donostia. El historiados José Antonio Azpiazu prefiere destacar la fuerza de los donostiarras y rememorar el aniversario de aquellos que decidieron retormar su vida a partir de las cenizas.
Nagore BELASTEGI | DONOSTIA
31 de febrero de 1813. Las tropas angloportugesas atacan Donostia y la queman para asegurarse su completa destrucción. Pero los donostiarras no se resignaron y, a los pocos días del desastre, decidieron que la ciudad debía ser reconstruida, que debían mantener su personalidad y sus costumbres. Y así, el pueblo donostiarra «resurgió de sus cenizas como un ave fénix» y comenzó a crear las raíces de la Donostia moderna.
«1813. Crónicas donostiarras» (Ttarttalo, 2013), del historiador y antropólogo José Antonio Azpiazu nos cuenta, no solo cómo fueron esos acontecimientos, sino también cómo era Donostia antes y después de 1813. Dos años investigando documentos que, hasta la fecha, habían sido ignorados, creyendo que habían desaparecido en accidentes, para escribir un libro que llega oportunamente para el bicentenario del gran incendio.
En su búsqueda, se topó con una serie de relatos que le parecieron más interesantes que el propio ataque, y que dan conocimiento de primera mano de lo que sucedió, haciendo protagonistas a los ciudadanos. Donostia era una ciudad ocupada, casi con permiso, por las tropas napoleónicas. Los franceses eran los enemigos de los ingleses, que aprovecharon esta ocupación para destruir la ciudad, y, de paso, la vida de esos donostiarras que tantos intereses tenían en el mar. «Tenían barcos ricos, eran mercaderes hábiles y los ingleses no querían unos enemigos así en el mar. Entonces vieron la oportunidad para quitarse una competencia del medio», comentó Azpiazu.
Hasta que Donostia volvió a ser una ciudad liberada pasó mucho tiempo en el cual sus habitantes pasaron penurias cobijdos en barracas de madera. A la pérdida de posesiones se añadieron las enfermedades, momento cuando las mujeres tomaron especial protagonismo. «La historia de Euskal Herria no está completamente escrita, y mucho menos la de las mujeres. Me di cuenta de que apenas hay información sobre ellas, pero que cuando pasaba algo grave tomaban protagonismo -contó el historiador-. En 1813 pasó lo mismo; ellas tomaron el relevo en la construcción de la ciudad y, sobre todo, cuidando gente. Pasó una cosa curiosa, y es que las criadas se quedaron al cuidado de quienes fueron sus jefes (ahora desvalidos y sin pertenencias, algunos enfermos o tullidos) no como criadas, sino como ayudantes».
Entre las anécdotas que Azpiazu encontró entre los documentos y que ahora resume en su libro encontramos, como curiosidad, relatos de esclavitud. «En América sí que había esclavos, y los vascos que navegaban allí también los tenían. Para ellos entrar en esa dinámica de esclavitud era muy simple».
Azpiazu ha escrito varios libros sobre la antigua sociedad vasca. Entre ellos se encuentran «Mercaderes guipuzcoanos» (1990), «Mujeres vascas: sumisión y poder»(1995), «Esclavos y traficantes» (1998) o «Historias de corsarios vascos» (2004).