Usted no está hecho para la política. Y eso es grave porque tiene en sus manos nada menos que un Estado. Al decidir que sea el Tribunal Constitucional el que impida a Catalunya realizarse como pueblo mediante la indagación sobre si mismo ha renunciado nada menos que al diálogo, que es la base de la democracia. Ponerles un tricornio a unos magistrados no es el camino para que haya paz entre catalanes y españoles.

Los ingleses, que son feroces imperialistas, cuando llega un momento así, léase Escocia, desempolvan una urna y dejan que la gente decida su futuro a fin de que su largo pasado en el Reino Unido deje todos los beneficios posibles a Londres.

Eso hace que la capital británica siga siendo una referencia para el mundo.

Pero usted, como español próximo a la Costa da Morte, prefiere la carga de caballería.

Siguiendo esa tradición España se ha convertido en una de las naciones más detestadas en lo que fueron tierras suyas por la simple y odiosa fuerza de las armas. Si hubiera procedido de forma más culta no existiría ahora ese infame criollaje americano, enriquecido con la explotación de sus nacionales.

Usted, Sr. Rajoy, ignora además que los pueblos siempre han ganado la guerra de su libertad.

Vuelva usted al registro.