Damas y caballeros, en pie en señal de respeto al Básquet Manresa y a Gipuzkoa Basket. Y ahora hagan el favor de sentarse y seguir leyendo, porque este partido merece la crónica. En otras ocasiones, los partidos entre dos rivales en apreturas clasificatorias han dado lugar a duelos feos, convulsos, sincopados y casi hasta histéricos, pero ayer catalanes y guipuzcoanos dieron un recital de recursos. Con lo poco, o lo poco renombrado que tienen, hicieron bien su trabajo. Desde luego, no merecen descender. Pero como en la película Mad Max más allá de la cúpula del trueno, dos hombres entran, uno sale, y ayer quien supo salir con vida fue Lagun Aro GBC, y así abandonar el farolillo rojo. Por fortuna.

Sito Alonso apelaba al «cambio de mentalidad» como clave de que ahora Gipuzkoa Basket no se deja llevar cuando vienen mal dadas. Es posible que lleve razón, porque el Manresa se adelantaba nada más empezar con un 10-17 a base del acierto en el triple, con Asselin anotando en sus dos primeros intentos, mientras que DeVries castigaba con el tiro de dos, y jamás pareció que hubiera lugar a la desesperación en la escuadra local. Por contra, un motivado Guillem Rubio daba los primeros puntos ante sus ex. Lagun Aro GBC empezaba fallón en el tiro a distancia, pero a base de rechaces ofensivos -17 en total, 7 de ellos para Rubio- y canastas en segundos esfuerzos, conseguía mantenerse en la estela.

Los de Sito Alonso tuvieron que aferrarse al partido, porque su rival amenazaba con escaparse a la que atinaba un par de triples seguidos. Era vital para soportar el bombardeo del Bagés, o los estragos que causaban los bases Adam Hanga y Alex Hernández -incluso el joven Joan Creus-. Lagun Aro GBC siempre fue a remolque, salvo en un 45-44 justo antes del receso, después de tres triples consecutivos de Ivan Paunic. Un tiro desde más allá de los 6,75 metros de DeVries dejaba el luminoso 45-47 al descanso.

Golpear sin dejar de avanzar

Los peores momentos llegaban en el inicio del tercer cuarto. Gipuzkoa Basket se hallaba con 13 puntos de desventaja, 50-63, después de que los de Ponsarnau atinaran sus primeros cuatro triples y Alex Hernández rompiera en penetración.

Pero los locales no desfallecieron, ni siquiera cuando la carta triplista visitante marcaba un escalofriante 12 de 18 -acabaría con 12 de 24-. Un mermado Woods y un Papamakarios cargado de faltas replicaban desde la larga distancia, mientras que Neto se hacía el amo del tempo del juego y Morris Finley daba clases de su maestría. Incluso Ibekwe echó una mano para aguantar un tirón visitante.

Un mate de Doblas adelantaba 87-86 a los donostiarras en la recta final. Las eliminaciones de Hernández y DeVries, y sendas canastas de Finley, Woods y Neto apuntillaron al Manresa y daban la vida, lograda más allá de la cúpula del trueno.