Mikel INSAUSTI

Ha costado unos cuantos meses averiguarlo, pero ahora ya sabemos por fin que los documentales «Barrura begiratzeko leihoak» y «Memorias de un conspirador» no fueron descartados en la última edición de Donostia Zinemaldia por cuestiones exclusivamente cinematográficas, ya que ambos pasan cualquier control de calidad con nota alta. Aquella decisión hay que tomarla como lo que es: un claro síntoma del paso atrás, porque hablar de estancamiento a estas alturas sería un eufemismo, en la resolución del conflicto.

El documental de Angel Amigo trata precisamente de eso, del vacío histórico que estamos viviendo, como si todo lo ocurrido anteriormente hubiera quedado en un limbo político. Jesús Eguiguren lo expresa muy bien a través de un sincero y sentido monólogo en el que habla, por paradójico que parezca, de sus conversaciones de cara al proceso de pacificación. Es como si después de tanto dialogar con otros interlocutores válidos o no válidos, hubiera necesitado liberar la frustración acumulada diciendo ante la cámara todo lo que tenía guardado dentro.

Cita, paso por paso, las conversaciones de Oslo y Ginebra, así como las de Loiola. Pero el núcleo del diálogo y de la película por extensión nace en el baserri Txillarre (Elgoibar), con Pello Ruiz haciendo las veces de anfitrión para el encuentro entre Eguiguren y Otegi, y cómo de ahí nació un importante entendimiento y creo entender que una mutua amistad, por encima de las diferencias ideológicas. Sin embargo, dicho acercamiento no termina de funcionar cuando es trasladado a otras mesas de negociación. Tal vez por ello Eguiguren rechaza el termino «negociador» aplicado a su persona, prefiriendo el de «conspirador», inspirado en los tiempos de las Guerras Carlistas. También podría ser el de «mercader», porque así lo percibía cuando pasaba las horas muertas en Ginebra viendo en un cine la adaptación que Al Pacino protagonizó de «El mercader de Venecia».