La noticia de la curación de una niña de dos años y medio con virus de inmunodeficiencia humana (VIH), según asegura un equipo médico de EEUU, además de buena es esperanzadora, porque podría suponer una puerta abierta a la curación de los miles de niños y niñas que nacen con VIH, casi todos en África, Asia y en los países pobres en general. Se trata de una noticia esperanzadora porque se fundamenta en un caso que hasta ahora se consideraba incurable. Por supuesto, es de desear que se confirme y se demuestre la curación del bebé estadounidense y la posibilidad de aplicar el tratamiento a todos los niños y niñas que lo necesiten, e incluso que fuese válido o al menos orientativo también para la curación de adultos. Ahora bien, de momento es preciso acompañar esa esperanza con una dosis igual de prudencia. Es decir, se debe evitar crear falsas expectativas por el bien de todos, especialmente el de quienes padecen la enfermedad y sus familias, porque todavía no se puede asegurar lo que sin duda sería un logro considerable de la medicina. Por supuesto, sí a la esperanza, y que esta aumente, pero que lo haga sobre datos contrastados e inequívocos.