Kenia votó ayer en unas elecciones legislativas y presidenciales cuyos principales candidatos son el primer ministro saliente, Raila Odinga, y Uhuru Kenyatta, hijo del padre de la independencia del país. Horas antes de iniciarse los comicios, al menos 17 personas murieron en varios ataques en la costa keniata.

El jefe de la policía del país, David Kimaiyo, acusó al Congreso Republicano de Mombasa (MRC) de estar detrás de uno de los ataques. El MRC amenazó con sabotear las elecciones presidenciales si no se satisfacen sus demandas independentistas para la región costera.

Los 14,3 millones de kenianos inscritos en el padrón electoral debían, además, renovar la Asamblea Nacional, para la cual tenían que votar por separado un número determinado de mujeres, y elegir por primera vez un Senado. También debían elegir 47 gobernadores dotados de amplios poderes y a los miembros de las asambleas locales. En total, los keniatas debían introducir en la urna seis papeletas diferentes.

La jornada electoral de ayer se celebró bajo una fuerte vigilancia. 99.000 agentes vigilaron los centros de votación para evitar una nueva reedición de la violencia registrada en las elecciones del 27 de diciembre de 2007, cuando la victoria del presidente saliente Mwai Kibaki fue cuestionada por su rival Raila Odinga, que lanzó a sus partidarios a la calle. El conflicto político despertó los rencores étnicos sobre la propiedad de la tierra que existían desde la independencia, en 1963.

Los enfrentamientos entre las comunidades y la represión policial dejaron cerca de 1.300 muertos y más de 600.000 desplazados. Para terminar con la violencia, la comunidad internacional impuso un Gobierno de coalición que garantizó una paz relativa -más de 500 muertos en enfrentamientos localizados el año pasado- y puso en marcha reformas en la Justicia y la Policía. Ante el temor de que se reproduzcan hechos similares, los políticos realizaron insistentes llamamientos a la tranquilidad, pidiendo a los ciudadanos que se abstengan de participar en incidentes violentos y acudan al sistema judicial en caso de disputa.

Estados Unidos y los donantes internacionales mostraron su preocupación por la estabilidad de un país aliado como Kenia y su inquietud sobre cómo responderían a una victoria de Kenyatta, al que la Corte Penal Internacional ha acusado de dirigir la violencia de hace casi seis años.